Ecuador ha tomado demasiada distancia del pensamiento y espíritu con el que fue creado.
La fuerza mayor en una población es el conjunto de ideas que hacen sus comprensiones. Vinculadas a la realidad impulsan crecimientos, alejadas de ella se aproximan a instrumentos de subordinación más eficaces que las armas.
La representación política avasallada por el inmediatismo ha perdido significación histórica y peso internacional.
En la contemplación de la agonía del Estado se desatan ocupaciones de distracción para eludir toda concentración en procesos reales.
No argumentar sobre la necesidad de organizar otro Estado y agitar creencias perfecciona el automatismo colectivo sumergido en profundas oscuridades.
Hipnotizar es verbo conjugado por la comunicación colectiva. Cuando las nociones del circo decaen, valen mas los temores: “el país estaría al borde de una insurrección”, se dice. Al extremo de advertir que se encuentra “entre la subversión y el FMI”. Pero la verdad es que el FMI conduce el Estado, lo determina. Esto no se alcanza a decir.
La certeza máxima del parecer predominante radica en considerar natural la enajenación y destrucción del Estado. No se percibe la riqueza que se debía proteger ni la fortaleza sudamericana a la que declarativamente se integra. Culturalmente no se asume la diversidad que conforma el pueblo ni siquiera se la conoce. Está al margen. Simplemente, todo es devorado.
Es una representación obsesivamente sumisa. Su hazaña mayor es el endeudamiento. El economic hit man, aquel que endeuda a la nación mas y mas, es el paradigma del bien.
La transnacionalidad de las finanzas, el petróleo e ideas de la dominación hacen lo que desean. Las petroleras dictan la juridicidad, los contratos y su renegociación. La transnacionalidad legisla.
Tuvieron prisa multilateral para aprobar una ley sobre el lavado de dinero, como en el pasado lo hicieron con la Ley de Protección y Promoción de Inversiones y toda la modernidad legal.
Por el señoreaje, por ejemplo, no deberíamos pagar. Mas aún si la economía ecuatoriana es otro lingote de oro que respalda al dólar, y aquel se imprime como periódico cuyo valor supremo es la fuerza.
Los mandatarios no se atreven a proponer otro acuerdo militar. Decir uno sudamericano sería pecado, a pesar de la manifiesta obsolescencia del TIAR en la guerra de Las Malvinas.
Ecuador es democracia protegida, sus veedores son comisarios internacionales. Por eso la prohibición de que el nombramiento de la CSJ se someta a consulta. Se incorporan a esta prohibición otras adquisiciones y alguna sorpresa: el TLC, la permanencia de tropas extranjeras en territorio ecuatoriano, una Asamblea Constituyente de plenos poderes.
Las teatrales funciones del Estado existen en búsquedas y efectos catárticos, desahogos momentáneos, válvulas de escape, anestesiamientos masivos ante la inconmensurable desesperación individual en la huída del país.
Este tiempo de Ecuador no es del tipo de degradación que suponga una reacción insurgente. Es tiempo de alucinaciones rentables, de benefactores y beneficiarios de la agonía.