El monopolio político está al borde de declararse en estampida. Antes preparará un cuarto golpe de Estado Constitucional. Ha derrotado al gobierno que tiene en sus manos. Desgaste final de sí mismo.
Cuestionado por el pueblo, este monopolio advierte el peligro. Presiente un llamado de atención, incluso del poder que representa. Ha consumido la confianza de la que antaño disfrutó. Ante su extrema descomposición, podría estar gestándose otra representación.
El poder maneja información sobre “finanzas” de núcleos vinculados al monopolio político y es concebible que algunos bancos y empresas internacionales conozcan e intercambien experiencias y datos de redes de corrupción que ubican a Ecuador en tan “destacado lugar”.
Esa calificación corresponde a la “anticorrupta” representación política.
Algún día, una Constituyente real modificará la relación con ese poder, separará el Estado de la banca y las multilaterales, incluso podrá engendrar un nuevo poder a partir del sistema empresarial en la economía productiva y su constitutivo social.
El miedo al porvenir condenó la posibilidad de la Asamblea Constituyente, protegió transitoriamente privilegios de la “representación” que bajó otro escalón en su atroz degradación política.
Sus argumentos nacen de una teología del poder tejida de ideas fijas y financiada con los recursos del Estado, todo en el cauce entre la fe y los negocios.
¿Y si al pueblo se le ocurre pedir la luna? Preguntan como si señalaran lo absurdo de la abominable palabra “pueblo”. Alguien, alguna vez ya contestó: “sería porque la necesita”.
Recitan como versículos la Constitución cuyos artículos clasifican en citables, no-citables e innombrables.
El derecho de los ciudadanos a ser consultados es atribución exclusiva del monopolio político que expone con arrogancia la racionalidad de sus intereses y subordinación. Jamás podría plantear la defensa de la soberanía, de los recursos naturales, de esta tierra hollada por bases militares extranjeras, de control de la explotación de nuestros recursos, de un alto a la destrucción de la naturaleza, el respeto al derecho que no suponga jamás la negociación del mismo.
La degradada “representación” huye del mañana. Quisieran perpetuarse en el día de hoy.
La élite parlamentaria clama por el agravamiento de penas, endeudamientos y arbitrios sin control para más obras. El Código Penal es su programa y las iniciativas multilaterales, su guía legislativa.
La colectividad también vislumbra las causas de la derrota de la actual convocatoria a la Constituyente, por la tardanza, la ausencia de estrategia, tácticas y organización del gobierno y del pueblo.
A pesar de las dificultades, crece la conciencia sobre la necesidad de la Asamblea. Es voz acumulada durante años. Hito irreductible, no denegable, imperativo tan irrevocable como el paso del tiempo.