Sí, un periódico de la Administración de intereses de la Nación ecuatoriana reflejaría las políticas de Estado y su realización en la cotidianidad de cada una de sus funciones.
Un periódico responsable de su influencia sobre la espiritualidad de la población, capaz de diferenciar y ejercer la información objetiva de la subjetividad que se recrea en la opinión libre y necesaria.
Ecuador necesita de todas las voces que reclamen por intereses que respondan al desarrollo productivo. Los medios vinculados al poder se encuentran inmersos en una comprensión de la economía reducida a la circulación y, por eso, abundan en la temática especulativa que ha conformado un importante sector de la opinión pública.
Comprimieron su visión económica en tasas de interés, bonos, precios, operaciones bursátiles, financieras, crediticias y, alguna vez, apoyos a la política devaluatoria que antecedió a la premeditada desaparición del sucre, cuyos actores tienen nombres como partidos, jefes de Estado, ministros, treinta años correlacionados.
La manipulación del endeudamiento y la red de descomposición y degradación social, estatal, política y moral constituyeron antecedentes de la estafa mayor del siglo pasado, la de 1999, y de las peores consecuencias de ese quehacer. Antecedentes estos de la mutilación de la población.
Un sector del poder hizo de las suyas ante silencios tan graves como el manejo bancario de partidos, representaciones, encuestas, sufragios y exit-polls.
La producción exige de mercados libres y regulados, permanente avance de la organización empresarial, búsquedas de la calificación del trabajo y conciencia del significado de su productividad, correlación del sector productivo con la educación, traslación de tecnologías, difusión de la ciencia en la instrucción colectiva, convocatoria a capitales productivos, inversiones destinadas a forjar la base material de un país mas justo. Nada de esto se dio en los últimos treinta años.
La Nación y el pueblo ecuatorianos requieren de los medios de comunicación en la defensa de sus intereses. El Telégrafo, medio de Estado a crearse, tendrá ese referente central, constitutivo de la moral de la información relacionada estrechamente con las demandas de integración y, en primer lugar, de Sudamérica.
En nuestro país, un periódico con pretensión estatal tiene antecedentes. Primicias de la Cultura de Quito fue un llamado a formar un Estado independiente del imperio que nos subyugaba. La misma fundación de El Telégrafo constituyó una vertiente y palabra insurreccional que desembocó en el torrente de la Revolución Liberal, el hecho más trascendente de la República.
Esta vez, ante la demanda nacional de recuperación de un Estado soberano, la necesidad de concepciones al servicio de ese Estado empieza a ser ineludible. Uno de sus medios podría ser El Telégrafo reeditado.
El periódico pretende ser parte de una competencia democrática con los demás medios de comunicación. Procurará forjar alianzas que protejan la multiplicidad de puntos de vista que un suceso requiere para su conocimiento.
En Ecuador es posible y necesario un medio de Estado. La tendencia hacia el mejoramiento de la administración estatal se manifiesta en la separación del Estado como continente y aparato único de diversas funciones del mismo, tales como la Ejecutiva, Legislativa, Judicial, Electoral, Regional, Local, su institucionalidad y otros. Por eso, no se trata de un periódico de una función estatal sino del conjunto del Estado.
Ese medio de comunicación asumiría como fuente de recursos su propia circunstancia empresarial, sujeta al más estricto control de los organismos pertinentes. Dirigido por una administración periódica, alternativa, revocable, relectiva y estatal.
La orientación editorial del periódico supone, además, que éste se erija sobre la crítica a las limitaciones del movimiento estatal y sus funciones, de la sociedad y sus representantes.
No será un periódico de oposición ni subrogará a los partidos políticos en esa función. Será una de las representaciones del espíritu de la Nación. Defenderá la paz interna e internacional. Protegerá el desarrollo de la población y las transformaciones que ésta imponga.
No usará jamás la fabricación de prejuicios ni la deformación del argumento del opuesto para presumir de un triunfo. No se constituirá en jurado que dicte veredictos para reclamar sentencias a priori.
Solo la aproximación de la conciencia colectiva a la realidad de sus conflictos y a su superación guiará la palabra de El Telégrafo, «Sin temor ni favor».