Primera consecuencia del pronunciamiento electoral

El 30 de septiembre de 2007, en el pronunciamiento electoral, la ciudadanía votó abrumadoramente contra los representantes del poder. Tres partidos de las últimas tres décadas evidenciaron su agotamiento: Social Cristiano, Izquierda Democrática y Democracia Cristiana.

Ya no tendrán la fuerza para acatar el mandato de las multilaterales ni serán delirantemente auspiciados por medios de comunicación bancarios. El éxito de su representación los mató y los releva.Lograron la enajenación del Estado, herramienta de la economía especulativa. Impusieron el endeudamiento agresivo hasta destruir la esperanza de desarrollo. Convirtieron al petróleo en torrente sanguíneo del pago. Desconocieron todo planteamiento de industrialización de ese recurso. El esfuerzo de ahorro nacional se dilapidó en obligaciones usureras.

Las dos constituciones -1978 y 1998- y varias leyes legitimaron arbitrios colusorios e involucraron privatizaciones, concesiones, permisiones lesivas al país.

Los sistemas de contratación, financiamientos, avales, revisión de precios y semejantes devinieron en espacio de mercadeo de políticos. Un grupo de grandes empresas pudo ufanarse de la apropiación de esa élite.

Renunciaron a la soberanía. Se ocultó a la Nación las causas reales por las que se modificó el derecho territorial ecuatoriano.

Toda la política económica se inscribió en una Carta llamada de Intención, que ya no podría volver a firmase sin la conciencia de su significado. Desapareció el control de inversiones, no solo de las que presuntamente debían tener consecuencias materiales sino de otras orientadas hacia el espíritu. Para esto se requirió el Estado ausente.

Se admitió a empresas que “trabajaron a pérdida” durante muchos años. Alguna vez, un Ministro de Energía irónicamente ofreció apoyo estatal para reducir las pérdidas de una petrolera. Por ese cauce de pérdida permanente seguirían telefónicas, mineras y otras.

En lugar de instituciones del Estado se gestaron fundaciones para proteger “la eficacia” de actualizados políticos-gerentes. Centros exclusivos de descontrol del Estado y de protección de su post-modernidad.

La denominada sociedad civil fue invadida por ONG’s guías de buenas intenciones y propósitos, involucradas en todo aquello que el Estado “había olvidado”.

La agonía de los partidos, vinculada a la cultura de sumisión, se convirtió en el credo de su quehacer partidario y en ideología dominante. Credo que supone la inferioridad de los ecuatorianos para manejar todo aquello que es de interés extranjero.

Es horrendo el listado de la infamia de treinta años. Quizá todo se resume en su consecuencia más dramática, el éxodo de la cuarta parte de la población.

La representación que hoy irreversiblemente fenece ya no es capaz de pensar la tragedia que ha causado su quehacer ni las consecuencias de su inconsciencia.

Sin embargo, no basta la reacción social que niega a esos partidos y su función en el presente, la noción de otro poder debe incorporarse en el ordenamiento del futuro previsible.

En la historia, los pueblos siempre supieron lo que necesitaban negar; casi nunca lo que imaginaron crear.

El porvenir se debate entre dotar de nueva representación a este mismo poder o cambiar de poder. En paráfrasis de la estrategia de Eloy Alfaro para la Revolución Liberal, en el presente sería separar el Estado de la banca, más allá de la función bancaria, del poder especulativo.