El peronismo es aún preocupación presente; su existencia cuenta con comprensiones que comparten cierta inevitable realidad, como la vida en todas las especies.
En este caso, igual que en las pasiones por rehacer algún presente o crear un futuro mejor, solo la conciencia de la historia del pensamiento político nos libera de lo que nos obnubila, y nos entrega –siempre de manera continua– la certeza de que todo cambia.
Las pasiones políticas son tan mutantes y fugaces al extremo que compiten con la vida de pueblos, individuos y generaciones.
En Argentina, el peronismo quedó sin Perón, la memoria condensó dilatados recuerdos y añoranzas de un tiempo que comienza a pasar y que porta, como cualquier presente, el olvido necesario y los sucesos que copan otros dramas, tragedias, hazañas, victorias que conforman o conformarán tiempos que suponemos mejor.
De Perón se asume una evocación que escoge lo dominante de su presencia entre generaciones, en el tránsito hacia otros momentos impecables, victoriosos o simples fracasos y olvidos.
Este fenómeno está sucediendo en el cristianismo y el marxismo y además en tesoros nacionales que a veces se incorporan al arte y la literatura para permanecer como lo hacen figuras inmensas, así El Quijote, semejantes, y mas que no basta recordar.
En las fronteras de Argentina ésta memoria permanecerá como suele hacerlo el paso de las generaciones.