El precio de la sumisión

Para el FMI (organismo subsidiario del gobierno de Estados Unidos), América Latina tiene un precio político distinto en cada país.

Los actuales representantes estatales no pueden asegurar la permanencia de la estructura de poder que controla Latinoamérica. Se desmoronan las economías de papel a la par que se demuestra la incompetencia histórica del FMI y los límites que tiene el G-7/8 para expandir la dominación impuesta con la militarización y el control de los recursos en el planeta.

En Ecuador, un Estado subordinado del continente, el poder es barato. Tan barato que el costo de una base militar, la sustitución monetaria y la incorporación del país al plan Colombia requiere apenas de la promesa de continuidad de un mandato.

La estructura del poder (banca especulativa, un sector de sus medios de comunicación y funciones estatales relativamente estables) ha permitido que sus socios sean, o hayan sido, sujetos de opacos negocios estatales: privatización y concesiones de servicios públicos, tenencia de bonos de la deuda externa -de los cuales ningún negociador se escapa de poseer o estar acechado por un papel de “refinanciamiento”-. No entendió el significado político, económico y militar de la entrega del control energético vía segundo oleoducto y renovación de contratos inevitables a empresas que integran OCP Ltda., a cambio de ilusiones.

En Ecuador no existe alternativa de poder en ciernes, sigue siendo el mismo y sus representantes no podrán actuar sino, excepcionalmente, obedeciendo esa tendencia. Hay casos en que los sumisos intentan ponerle precio a su condición mientras la administración norteamericana ríe sorprendida al escuchar aquello de cambiar la base de Manta por latas de atún o financiar a Udenor con dineros del Plan Colombia.

Lo grave para la dominación regional es la confrontación venezolana. El derrocamiento de Hugo Chávez ratificaría una sospecha y la diseminación del virus de la soberanía en Latinoamérica.

Argentina es escenario donde maduran alternativas. Las nutren los saqueos financieros, las concesiones militares encubiertas, la descomposición del poder y sus representantes y la vigorosa lucha nacional y popular.

El precio de la dominación en Brasil podría ser muy alto. Se aprestan a silenciar a Cardoso que habla más a medida que se acerca al término de su mandato y se apresuran a apostar por la derrota de Lula.

En Uruguay, la ayuda se precipitó de manera violenta. El Departamento del Tesoro enloqueció y envió un avión repleto de dólares. Saben que allí existe una alternativa nacional de poder. A ningún empresario uruguayo se le ocurre una arbitraria prolongación del mando al margen de la Constitución, como propuso en Ecuador alguna Cámara. Tampoco es posible una declaración de aislamiento de Uruguay de los mercados potenciales a los que pertenece el país, como sucedió en Ecuador con el pedido de retiro de la CAN, mientras sesionaba la Segunda Reunión de Presidentes de Sudamérica.

La alternativa de poder en Uruguay podría cuestionar esa dominación. Y para evitarlo no basta un lejano asiento contable. Era necesario enviar el dinero “cash” para evitar un contagio altamente peligroso en una región enervada.

Si no se resuelve de inmediato el problema en Uruguay, donde el poder pudiese evolucionar, el precio de la dominación en la región subiría hasta la confrontación entre los aparatos económicos que controlan estos Estados y sus representantes desechables, o no.

El derrumbe de la bolsa de Nueva York encuentra su añadida contraparte, con efecto multiplicador, en la quiebra de las monedas latinoamericanas. La quiebra sostenida de Uruguay sería gravísima, comenzarían a desmoronarse niveles de poder político.

La gravedad de la situación no se limita a las bolsas de Nueva York. Hay una secreta bolsa política en la cual las acciones de la dominación caen y su ocultamiento pierde el manto. Junto al riesgo-país, su contraparte crece o decrece en razón directa al riesgo-regional. Podría recuperarse la memoria de que libertad, igualdad y justicia no tienen precio.

Las grandes causas no se dan alrededor de creencias sino del conocimiento sobre la importancia, control y usufructo de recursos. Una chispa –que amenaza con el incendio- intimida estados financieros especulativos y papeles fiduciarios putrefactos que no pueden seguir simulando riqueza.

El poder del FMI se ve cuestionado y paga más por la dominación.

En medio de estas sombras vuelven las palabras de George Washington: “Esforzaos por mantener viva esa chispa de fuego celestial llamada conciencia”.