Elecciones de segunda vuelta

El 24 de noviembre de 2002 ganó las elecciones Lucio Gutiérrez sobre Álvaro Noboa.

Al terminar la primera vuelta, los finalistas no fueron opciones para grandes medios de comunicación. Las dos posiciones habían excluido varias expresiones políticas del círculo financiero y mediático que ha gobernado a Ecuador durante dos décadas y más.

Antes, en 1998, en circunstancia parecida, estos sectores se constituyeron en devotos de Mahuad frente a Álvaro Noboa. Ahora, de manera semejante y sin candidatos propios, contribuyeron a apaciguar la comprensión de lo que sucede. Abundaron en difusión de prejuicios que obstruyen el entendimiento del proceso social.

Lucio Gutiérrez lidera un movimiento de diversidad social, étnica y cultural en formación que reclama representación política, administrativa, jurídica e ideológica, fue fruto de un momento de las Fuerzas Armadas que requería férrea unidad con su pueblo ante la posibilidad de conflictos bélicos con Perú.

El coronel Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas (entonces Presidente de la CONAIE) y Carlos Solórzano (ex-Presidente de la Corte Suprema de Justicia) se mostraron durante un instante como exponentes de ese fenómeno que lleva nombre de fecha, 21 de enero de 2000, apenas conocido y todavía opaco.

En esa oportunidad, la ensoñación mutó en pocas horas y el 21 se transformó en la realidad que iba a imperar.

El 21 permanecerá en la memoria, derrocó a Jamil Mahuad, símbolo del poder impugnado. El 22 (día del golpe de Estado oculto en el 21) asumió el sitial del Presidente depuesto, su continuador, el inocente vicepresidente, Gustavo Noboa Bejarano, sin desgaste alguno.

El derrumbe del Estado ecuatoriano sumaba hechos mortíferos y definitivos: una base militar; el previsible destino de los recursos energéticos, en particular el petróleo; el debilitamiento moral de las Fuerzas Armadas, su paso de la frontera sur a la norte; destrucción de la moneda nacional; estafa bancaria y subrepticia exportación del ahorro nacional; desprecio a la voluntad popular y parodia de régimen jurídico.

Álvaro Noboa enfrentó electoralmente a Mahuad en 1998 con el éxito que la convicción social aseguraba: “triunfó, pero le hicieron fraude”. No contaba con la voluntad dominante. Representa un proceso productivo que fue desplazado del poder hace tres décadas y ciertos nexos internacionales que no se identifican con la hegemonía que hoy estructura la globalización. El 24 de noviembre de 2002 perdió. La sola y fría demanda de representación política en el Estado del aparato productivo no basta.

Hubiese sido necesario y posible que en un espacio tan diverso como el ecuatoriano, los participantes de esta segunda vuelta pudiesen cooperar, pero no fue así.

Cierta convergencia de potencialidades que auspiciaron a los finalistas habría podido llevar adelante una transformación en la organización social, un atisbo de la independencia que se demanda del Estado y aún ofrecerle un curso distinto a su papel en el desarrollo económico.

Para la segunda vuelta, el sistema impone regresiones a los candidatos. A un paso del gobierno requieren permisos, bendiciones institucionales, mas la ‘confianza’ internacional.

El Estado ecuatoriano debe ser liberado, separado de la banca –como hace mas de un siglo lo fue de la Iglesia- para volver a tener opinión ante la comunidad financiera internacional que coadministra el país.

El pueblo no tiene la organización suficiente para contrarrestar la fuerza y el potencial del poder cuyos invisibles soportes están ocultos, incluso en la forjada subjetividad de la sociedad.

Bajo el nuevo orden internacional, el poder de un país subdesarrollado no puede ser contrarrestado con la aislada fuerza del pueblo. Los votos solos no lo transforman.

Sin embargo, la diversidad que emerge triunfante en este proceso electoral podría lograrlo si se creara un continente para todos –también para sus conflictos-. Continente que se hace de ideas, prácticas y Estado nuevos.