Criticar una representación política es señalar sus determinaciones. Cuando la autoridad expresa directamente al poder, la crítica debe ubicar los intereses que constituyen las decisiones del gobierno.
Pero cuando, como en este caso -uno de los pocos de la historia del país-, la representación política no expresa inmediatamente al poder, la crítica enfrenta otra realidad. Señalar el cerco que el mismo poder le impone al gobierno actual.
Conocer el cerco es el principio de la transformación.
En el binomio que triunfa el 24 de noviembre de 2002 se proyecta el deambular de marginados, el éxodo de millones de ecuatorianos. También, la diversidad de pueblos (indios, mestizos, negros) cada vez mas sujetos y actores en su superación.
El hecho de que nuestras patrias nacieran como consigna militar -de Bolívar, principalmente, organizador de guerras de la Independencia y uno de los forjadores de estas naciones- constituyó el cauce abierto también de pueblos vernáculos que hicieron América Latina.
El ejército ecuatoriano, uno de los mas próximos a su pueblo en la región, no ha cultivado el horror “democrático” de antaño, crímenes, desapariciones, torturas y desconocimiento de derechos humanos que hoy avergüenzan a los uniformados del Cono Sur y Centroamérica.
Nuestro ejército habría presentido desde 1998 un proceso de (auto)debilitamiento. La pretensión de utilizarlo para una política no nacional y de interés ajeno se disimuló en la sobredimensión de denuncias que, independientemente de su correspondencia con la realidad, resultaban funcionales para la incorporación de los uniformes al “desafió del milenio”. El ejército sería transformado en vertiente policial, anticorrupción, antidrogas y respaldo al “libre comercio”. Así se lo planteó en el 2000 y se lo reformula en los primeros meses del año 2003.
La naturaleza que lo creó iba a ser destruida.
Contra esto se levantó el movimiento del 21 de Enero que contribuyó a derrocar a Mahuad. Desechado Mahuad por el FMI y sus instituciones colaterales, se imponía la consolidación de la pérdida de soberanía con la “inocencia” política que gobernaría desde el 22. Y podría pretender continuidad en las circunstancias del gobierno que preside Lucio Gutiérrez.
El cerco se inició al concluir la primera vuelta. Fue un periplo de aseguramiento de que aquí nada cambiará. Después, cuando ya se disponía a asumir el papel de jefe de Estado, el Congreso de la República (repleto de representantes del aparato especulativo) optó por no nombrar Presidente; a la institución nadie la decapitó, nació así, vive así; el interés político lo requiere así. De inmediato, la mayoría de ocasión eligió al primer Vicepresidente de nadie, titularizado de Presidente y encargado de posesionar al Presidente de la República.
Si la nada organiza al Congreso, nada puede sustraerse de sus facultades. El hecho constituyó una prueba a la que la voluntad del Presidente fue sometida. El éxito consistió en resquebrajarla.
El pueblo entero hubiese proclamado su resistencia al absurdo que se instauró, uno de los muros con los cuales se está cercando al gobierno nacional. El otro muro se teje y confecciona de laureles, el acuerdo inmediato con el FMI que mina la base social del gobierno. Ya lo dijo con acento humorístico el ex-Presidente Gustavo Noboa, “el Fondo escribe la Carta, y el Presidente la firma”.
Hubiese sido mas fecundo que el gobierno actual reconociera la viciosa prisa hacia el mismo vicioso pasado y observara la fuerza que nos somete y arrastra.
El próximo año, habrá que pagar mas por la misma tragedia, volver a los mismos ajustes para cubrir el pago de esa incontenible y creciente extorsión de acreedores externos. El beneplácito del Fondo es inmenso cuando se reedita la tradicional fórmula y el endeudamiento, atraso rentable para inversionistas en esos papeles. Esquema con el cual ningún Estado ha logrado mas que pauperización del pueblo y enriquecimiento de élites generalmente propietarias de desgastadas organizaciones políticas que parchan discursos con legalismos rabuslescos y palabrería ocupacional.
La ausencia de una reconducción estratégica de la política gubernamental que ubique su verdadera circunstancia, hace que la discusión acerca de un montón de rumores verse sobre nepotismo, militares retirados, alguna disputa familiar e intromisiones en la vida privada.
Todo esto, impide denunciar la dinastía del FMI en el Estado ecuatoriano.
El miedo al futuro se muestra en el miedo a la palabra que resiste.
En Latinoamérica, las Fuerzas Armadas pueden ser convertidas en piel de serpiente después de la muda, subordinada a un reciclaje: un quehacer policial cuyo mando generalmente ha sido enajenado a intereses controvertidos con estas naciones y sus armas.
Sobre los países subdesarrollados recae abrumadoramente la dominación exterior, por ejemplo, no reclamar la vigencia de la ONU, menos aún, del derecho internacional.
El gobierno debe entender el significado de ese “ser el primero” en firmar con el Fondo, manera de ufanarse por el encadenamiento al vacío; de discusiones parlamentarias para que el statu quo continúe, para que la dinastía financiera no se vea y no se recupere la vertiente nacional de las Fuerzas Armadas.
El cerco podría acentuarse con la incomprensión del gobierno. Entonces, se volvería laboratorio donde la alianza Sociedad Patriótica/Pachakutik mutaría en vacuna histórico-social que proclame “nunca mas indios ni reformistas”. Solo deuda externa, dominio racial, sometimiento al bien con el Estado ausente.