“El momento de la diplomacia ha terminado”, afirma el Departamento de Estado. Su práctica –mas persuasiva y visible- exhibe 200.000 super soldados listos para la invasión.
Se cierra el primer eslabón bélico del siglo XXI. Luego vendrá el bien que observará y corregirá.
América Latina será el segundo.
El agotado derecho internacional ha sido substituido por el derecho unipolar.
La actual correlación de fuerzas anuló el derecho a veto en el Consejo de Seguridad. Se impuso la fuerza sobre el derecho internacional que fenece.
Asistimos a un control militar de los recursos del planeta que condicionará el manejo de los conocimientos, la economía, la administración.
La ONU reduce su representación de Estados y naciones. Ha sido convertida en organismo regional, subregional o de un gobierno, semejante a la OEA o el FMI. Podría cambiar de sede, pasar de New York a Washington y ahorrar accesorios de comunicación. Seguirá cumpliendo acciones humanitarias para aliviar los daños colaterales de las post guerras por venir, y licitará obras en tiempos de reparación y reconstrucción a causa de nuevas conquistas. Todo, desde el interés del bien.
La tecnología militar del siglo XXI ofrece a sus tenedores sospechas, recelos e inseguridades recientes y ancestrales. Van acompañadas de informaciones sobre caritativos donaciones de alimentos y medicinas orientadas a revitalizar mercados y proteger el mejor aprovechamiento de los recursos tomados.
La estética del pirata de pata de palo quedó atrás. Sus nietos están enteros, corren con sus dos pies, ven con los dos ojos y con lentes que hacen visible incluso la profundidad de la periódica noche que hoy recomienza.
Crece el desbalance militar en el planeta y también la conciencia de sus consecuencias.
El terrorismo está en todas partes y en ninguna, se afirma.
En Estados Unidos se incuba una bomba de tiempo hecha de materiales explosivos: el terrorífico déficit, la no menos terrorista deuda externa y el terrorismo que orienta su ciencia. Además, en la estructura del poder norteamericano algo estremece o envilece a su dirección política, algo impulsa la protesta de su población.
A sus armas de destrucción masiva no hay fuerza en el planeta que las supere. Los economistas e historiadores mas notables de Estados Unidos advierten que la guerra es solo dinero y que la nación está siendo sitiada desde dentro. Mientras, a la par, va sitiando ordenadamente otros Estados donde recae la sospecha de terrorismo.
Algunos síntomas apetecibles tales como el petróleo, la ubicación geográfica, consideraciones económicas, mercantiles y una que otra geopolítica establecen el calendario para el bombardeo desde el eje del bien. Su ritmo marca el comienzo de costos mayores.
El Reino Unido cuestionaría su monarquía. La unipolaridad dejaría de ser. Las diferencias gestadas consolidarían la redivisión del mundo -a propósito de los recursos del Golfo, la invasión a Irak, la mutación de la ONU en organización subsidiaria- hechos que darían a luz otros polos o a uno solo que contrapese.
El controvertido papel de algunos medios de comunicación, convertidos en voceros de guerra, la impune publicidad en cadenas de TV que promueve la preconcebida protesta frente a la embajada de Francia y llama a no comprar productos de empresas francesas en Norteamérica, abre otro escenario en la disputa y la competencia mundial.
En países subdesarrollados, donde se ha condicionado dirigentes y estructuras de poder de conductas absolutamente predecibles y correspondientes a los intereses de la unipolaridad, se consolida la descomposición del prematuramente envejecido orden de la era post-1989.
La ONU es bandera arreada. Convertida en desechable trapo de limpieza. La unipolaridad arbitra mercados y disponibilidad de recursos. El derecho de tiempos del equilibrio se apaga irreversiblemente. El fuego de la superioridad militar proclama la vigencia y comprensión del nuevo derecho: su voluntad, aquí en la tierra como en el cosmos.
Resucita una antigua pretensión imperial, hurtar el destino de los súbditos. El próximo eslabón se cerrará en Latinoamérica.