Tragedia y fatalidad del petróleo

El petróleo fue transformado en deuda externa acreedora de su totalidad y algo más.

El sistema es simple. Los países petroleros atrasados deben entregar ese recurso no elaborado, crudo, a los desarrollados que poseen tecnología, capitales, armas y experiencia para transformarlo en productos acabados y papeles ilusionistas. Ecuador entregó su ser al mercado de conjuros, intenciones y cábalas financieras.

Desde hace algunas décadas, el país fue enredado en tecnicismos de chantaje, desmoralización, mercadeo de voluntades, precios marcados de mandatarios, funcionarios, empresarios y técnicos dispuestos a la mística correspondiente a la mágica explotación.

De cada petro-dólar, 90 centavos van a la empresa y 10, al Estado. Centavos de los cuales además se extraen algunos para cumplir con la última extorsión que denominan recompra de la deuda.

Emergieron espacios en la comunicación colectiva repletos de signos que simulan opciones o riquezas.

Los mecanismos de financiamiento y crédito impiden que el petróleo sea condición de liberación del Estado frente al aparato especulativo que lo subyuga. Todo es para el sector privado extranjero -afirma la sapiencia del postmodernismo- y para sus bufetes de profesionales y líderes encargados de la representación del poder, cuyas teorías encubren el objetivo: nada resulta mejor para la empresa y los suyos que repetir lo peor para el Estado y el país.

El petróleo es recurso vaciado de riqueza.

La discusión planteada respecto de las opciones de contratación cuestiona procedimientos contractuales precedentes, evidencia el control que las empresas han poseído sobre las decisiones utilizadas en la succión de la fortuna social y natural.

Simultáneamente, se instaura una farsa seudo-técnica, pretender más estímulos a la inversión petrolera. Degradación incontenible. Se sabe que las petroleras están dispuestas a ir allí donde está el recurso con o sin permisos ni estímulos, a pesar de las peores adversidades. Llegan con armas jurídicas o darwinianas. Petróleo es sinónimo de violencia.

De los países de Sud-América, Venezuela y Ecuador han sufrido la mayor presión depredadora por este recurso. Venezuela pretende escapar de la red; Ecuador fantasea.

Los convenios de Estado a Estado que podrían garantizar participación porcentual dos o tres veces mayor que la de los contratos tradicionales no se los plantea, no se los busca ni reconoce. La recurrencia a los mismos mecanismos y contrapartes de nombres mutantes no oculta el interés petrolero-financiero que desde hace tres décadas subyuga a la economía ecuatoriana.

Sería posible que el Estado gane el 40% real de la explotación de petróleo y que el 60% de las empresas incorpore su obligación de pagar IVA, impuesto a la renta, regalías y otros deberes. En lugar de ello se ubica la inercia del 80-20 o del 90-10. A priori se promocionan simulados porcentajes o inversiones sobrevaloradas, tal el caso del oleoducto de crudos pesados. Así se reducen los ingresos potenciales del Estado, el tiempo de extracción de petróleo y el porvenir del país.

No es difícil que se intente un monopolio potenciado de las empresas de la OCP Ltda. como nuevas triunfadoras en las sombrías rondas numeradas que el desastre asigna.

La irreversible predestinación de nuestro petróleo a veces se viste de alternativas, de acuerdos de buena voluntad entre Estados y empresas de otros continentes. Finalmente, como en el drama griego se impone la tragedia del recurso ecuatoriano. Vuelve a los mismos intereses y sus múltiples nombres.

Está abierto el camino para traspasar incluso el control estratégico de las reservas. Sendero que reafirma la dependencia estatal de la especulativa comunidad financiera.

Fue en 1972 cuando se dio inicio al desplazamiento de una estructura de poder por otra. El aparato agroexportador fue subordinado. El Estado disfrutó de alguna independencia gracias a los recursos del petróleo. El fugaz intermedio concluyó el año 1975.

Luego llegaron las sombras hasta cubrir de tinieblas la nación y su mañana. Un momento antes, en la transición 72-75 se organizó un sector económico estatal, todo lo que hoy el Estado vende, concesiona, privatiza, dilapida, obsequia.

Entregado a nuevas relaciones de propiedad, este sector incluye el pasado, el provenir, la historia de Ecuador y su paulatina negación. La riqueza real del petróleo salió como tal de las fronteras y reingresó como contabilidad de la miseria.

Esta política cuenta con los prejuicios, dogmas e intereses que la materializan. Al parecer, no terminará sino con la extinción del petróleo y probablemente también del Estado.