Si el resto del mundo votara…

El titular de una revista afirma: «John Kerry, candidato del resto del mundo». La publicación presiente la repugnancia que el otro candidato enfrenta en el 95% de la población del planeta, al que se sumaría la voluntad del pueblo norteamericano mayoritariamente favorable a Kerry.

Es que si GWB fuese reelecto, la guerra del siglo XXI alcanzaría niveles descomunales. Se experimentarían nuevas bombas atómicas y mas “liberaciones” en varios continentes. La reelección de GWB anticiparía una rebelión global.

De la Inquisición, se ha restablecido el delito de pensamiento, ante el cual habiendo advertido la intención mala, cabe la “guerra preventiva”. Hitler la denominó «defensa de emergencia como derecho». Destrucción de individuos como lo hizo la Inquisición hasta sumar millones de culpables. Entonces el bien era acto de fe, igual que hoy, expresión axiomática de la suprema fuerza que destruye Estados, desprestigia culturas, dispara libertad y democracia, a la par que negocia con reconstrucción y usufructo del despojo de riquezas ajenas.

El sueño de “mil años para el Tercer Reich” inspiró la Libertad Duradera, que redujo el tiempo de la Justicia Infinita. Tras estos discursos está expuesto el subsuelo ideológico de la guerra, manejar los negocios posibles con los recursos previsibles de los vencidos.

En Irak, el petróleo servirá para financiar la permanencia del ejército norteamericano, la transnacionalización del Estado que se engendra, la privatización de sus riquezas y la reeducación de la población. Al fin quedará una deuda externa de agua dulce del tamaño del Eúfrates y el Tigris.

El principio es simple. Son demócratas y soberanos quienes obedecen al conquistador. En amplias zonas se les dotará de «idioma moderno”. Se hará en Irak lo que con solo dos bombas atómicas se logró en Japón, de acuerdo con brillantes aclaraciones del Departamento de Estado.

Guerra y negocios requieren únicamente de unidad en la voz de quienes disponen de ejércitos, armamentos, financiamiento y empresas de reconstrucción pagados con población, territorios y extracción exitosa de petróleo. Esto en medio de otras guerras rentables.

La paz estorba en esta globalización. Las armas tienen funciones ineludibles, extorsionar y depurar la especie. Pueblos que no entiendan deben ser culturalmente reciclados; si no, biológicamente.

Esto desborda la gravedad de la política presente en la destrucción del derecho internacional, el sometimiento de la ONU, las lucrativas invasiones y reconstrucciones forzosas. Hasta la tortura sistemática como política oculta apenas descubierta, que se expande y refugia en el silencio de la mayoría de Estados atemorizados. No obstante, la vigorosa denuncia de estos crímenes en The New York Times y Washington Post recupera un sentimiento mundial que crece.

Antaño, el amedrentamiento del diablo y dios impidió que la Inquisición fuese impugnada a tiempo. Hoy, sin dios a quien rogar ni diablo a quien entregar el alma, una alarma mayor desalienta la condena institucional a los crímenes de la fuerza.

Qué oportunas han sido las voces de Francia, Alemania, España y demás representantes de Europa; de China e India, en Asia; de Cuba, Venezuela, Argentina, Brasil, voceros de América Latina; del Partido Demócrata, expresión de la voluntad mayoritaria del pueblo norteamericano y, en muchos sentidos de miles de millones de este resto del mundo, voces-símbolos y medios de comunicación de todos los pueblos. Sin embargo, no son suficientes.

La Casa Blanca está manchada. Su lucha contra el terrorismo comienza y concluye siendo mas terrorista.

El resto del mundo lo advierte y por eso apoya moralmente una opción electoral distinta en Estados Unidos.