Intrascendente unanimidad de la OEA

La Trigésima Cuarta Asamblea General de la OEA no despertó ninguna esperanza.

La OEA (1948) surgió como parte de la bipolaridad después de la Segunda Guerra Mundial. Ha sido una de las instituciones más perezosas en la arena internacional. No alcanzó a representar la diversidad que integra el continente. Espacio de estéril unanimidad, siempre dejó al margen fundamentales problemas y diferencias continentales.

Nació subordinada. No resiste la discrepancia de la realidad. La excluye. Su unanimidad ha terminado siendo sospechosa. Carece de autonomía para ubicar problemas reales. Por ejemplo, la superación de las brechas de desarrollo, de las cuales la pobreza es una de sus peores manifestaciones.

No ha mirado el uso político del endeudamiento que desnaturaliza el carácter económico de la deuda y la convierte en mecanismo de extracción de recursos, instrumento de presión y degradación en las relaciones internacionales.

Considerar las consecuencias de la pérdida de la soberanía dentro del proceso de globalización hubiese sido más importante que todo lo hecho por la OEA desde su fundación. En la ONU este tema es esencial, subyace en la conciencia de su límite. Reconoce que su presencia está cuestionada. Mientras tanto, la OEA, que ha colapsado en su forma actual, asume la de santuario consagrado a la anticorrupción.

El uso de la fuerza en la región y el mundo, consustancial a la “solución” de algunos conflictos, debió ser observado. Las armas han de obedecer al derecho y a políticas que construyan la paz.

La guerra civil de Colombia debe ser tratada desde su especificidad, al margen de la terminología global que reduce los conflictos y la conciencia a la lucha antidelictiva.

No trató la necesidad de modificar las fuerzas armadas para que éstas no sean convertidas en espacios de promoción de armas de complejos industriales.

Es esencial señalar el anacronismo en la actual estructura de la comunidad financiera internacional para intentar que ésta vuelva a ser el instrumento de desarrollo que se imaginó en sus orígenes.

El mas trascendente tema sigue en la penumbra, el uso del espacio cósmico del continente y de sus recursos en sistemas y redes satelitales, una de las mayores fuerzas productivas de la Historia.

Permaneció en la sombra y sin voz la protección de los ecosistemas en el continente, donde los desiertos crecen y se destruyen fundamentales factores de la vida.

Los pueblos de América apoyan a Brasil en su política respecto de la Amazonía y la demanda mundial de su conservación sin lesionar los intereses nacionales de los países que ejercen soberanía en la región.

La legislación de propiedad intelectual requiere avances. Macro y microbiología indispensables en la técnica, la ciencia y la industria no deben ser exploradas y explotadas gratuitamente y al margen de la jurisdicción de los Estados.

Un día, la OEA cederá al nacimiento de una nueva organización continental que contenga las voces de todos los Estados y también de nacionalidades que exigen presencia, tal el caso de los pueblos indios y de procesos sociales diversos que reclaman una tribuna continental.

Los tratados de libre comercio deberían contar con el apoyo de la organización para resolver los obstáculos-no-arancelarios que plantean los países débiles. Establecer mecanismos de transferencia de tecnología a Latinoamérica y no confundir esa transferencia con el consumo final de técnicas.

La OEA intentó proteger su continental insignificancia con una temática que podría acusarla. El espectro de la Asamblea General es un desierto de pensamiento. En la retina colectiva queda la visión de la impotencia de un organismo que históricamente tiene un destino, dejar de ser.

Entonces, una engrandecida organización deberá preocuparse de desarrollar superiores referentes de comprensión del papel que el Continente Americano debe cumplir en el mundo.