La guerra civil debe ser enfrentada como tal en el planteamiento de sus soluciones políticas o militares.
La presunción que el conflicto en Colombia “demanda intervención bélica multinacional contra el mal” distorsiona la causalidad de la insurgencia armada de 55 años y exhibe cierta capitis diminutio para resolver y entender proposiciones fuera de la conflagración.
Una caricatura de El Comercio (3-07-05, B1) divulgó una comprensión generalizada a propósito del encuentro de Fuerzas Armadas de Ecuador y Colombia. Los comandantes de sus respectivas armas se citan en la frontera; el jefe colombiano, en traje de ceremonia, informa: «Vengo de parte de mi presidente Bush y de mi comandante Uribe». El jefe ecuatoriano, vestido de campaña, retribuye el dato de la procedencia: «Y yo vengo de parte de mi presidente Palacio y de mi comandante Gándara». Atrás, el acompañante del colombiano susurra: «Esto me huele a FARC», el olfato alude a la saturada nariz de su jefe. Los soldados de patrullaje que acompañan al comandante ecuatoriano, de nariz pequeña, observan con aprehensión la atrocidad oculta; uno de ellos piensa: «Preferiría estar en una cita con mi novia».
Nadie debe azuzar ni imponer a Latinoamérica que invada Colombia.
El planteamiento de salidas políticas al conflicto contaría con la voluntad de los ejércitos contendientes, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) y la ONU.
En este caso, una solución mala para los adversarios resultaría mejor que cualquier victoria militar de uno de ellos. Esa imaginaria victoria sería sobre cadáveres, y no solo en Colombia.
El Canciller Antonio Parra Gil ha declarado: «Ecuador no va a participar en ese conflicto (…) que es solo de colombianos y que deben resolverlo solo los colombianos (…) no intervenimos en ese problema, y eso significa neutralidad (…) no reconocemos a las FARC (…). Al decir que no vamos a intervenir es que somos neutrales». (El Telégrafo, 03-06-05, 6A)
La neutralidad es frente a la beligerancia de las fuerzas contendientes al interior de Colombia, no ante las potenciales soluciones que rebasen sus fronteras: guerra o paz.
La neutralidad se opone a la regionalización de esa guerra y a la intervención militar multinacional. Apoya la solución pacífica del conflicto y la política de paz en la región, es el contenido del principio de No Intervención que supone el de Libre Determinación de los pueblos.
Resolver militarmente la contienda en Colombia le corresponde solo a ella y no obliga a nadie más. Plantear opciones políticas convoca y obliga a los Estados del mundo, de manera especial a sus vecinos.
La inconclusa experiencia de la lucha por la Independencia y el Derecho Internacional son los mejores consejeros para los contendientes.
Ante la imposibilidad que tienen las partes de imponerse militarmente, el ámbito de negociación sería la CSN para que nada deforme aún mas la historia de Colombia y de América Latina.
La política exterior del presidente Palacio expresa la posición del pueblo, sus Fuerzas Armadas y las mayores instituciones de la nación.