La Asamblea Constituyente

Con el ascenso de Alfredo Palacio a la Presidencia resurgió la idea de la Constituyente que él mismo invocó en un principio. A poco, se presentó la inercia de la representación política de casi treinta años.

Gobernar desde el Ejecutivo y la oposición fue maldición para los partidos PSC, ID y DP instituidos y auspiciados por el emergente poder financiero durante el Triunvirato Militar de 1976.

Rotaron viciosamente en las funciones del Estado. Serían parte del inútil bloque administrativo y de la superflua oposición. Estuvieron siempre presentes, aunque fuese tangencialmente, en el Ejecutivo, Congreso, CSJ, TSE.

Son coautores de hazañas por las cuales el Estado minimizó su soberanía, institucionalidad y obligaciones de control. La administración se subordinó al papel “financiero” que saqueó recursos con la maquinación estatal. Ejecutaron golpes de Estado enajenados y “constitucionales”. Engendraron una ideología paralizante y sin-mañana y la indiferencia organizativa en la colectividad.

El poder sabía que la permanencia de sus intereses no requiere de complicidades con el actual Presidente sino de su creencia de haber “asumido el poder” y no una simple representación politica.

La Constituyente de plenos poderes es objetivo necesario para salir del despojo de la nación, encubierto en nociones absurdas. Ha de organizarse un Estado independiente del aparato especulativo como parte de un sistema político mas representativo, eficiente, dispuesto a consolidar la integración sudamericana y elevar vínculos globales.

Esa Constituyente por ahora no será.

En este período es probable que haya otra de esas que se ha tramado y que suenan a ‘Constitucional’ o –según este caso, ni siquiera eso- se diría que basta la sabiduría de la reinante mayoría legislativa. Estéril oposición-cogobernante, inspirada en la parálisis propia y de las demás funciones estatales, receptora de generosas iniciativas “modernizantes” del Banco Mundial y FMI.

No obstante, la Constituyente no se impone, principalmente, por la desorganización social y su fragilidad reflexiva.

En lugar de preguntar, por ejemplo, a qué intereses ha respondido la Corte Suprema de Justicia, hoy que carecemos de ella, se busca en la TV la “corte ideal”, jueces “sin política”, sin mas nexos que con el derecho y no, la Corte indispensable en el Estado.

Algo semejante a una idea motivada por deseos mayores y que, sin embargo, empobrece la conciencia de la formación de nuestra Patria. El mejor ecuatoriano es –como el soldado que contemplan los pueblos que conocen la guerra o que no han perdido memoria de ella- el ecuatoriano desconocido, que se expresa en centenares o miles que puedan nombrarse sin otra jerarquía que constituir eslabones de una historia común que nos otorga moral e intereses de continuidad.

Es imperativo alcanzar la Constituyente y realizar las tareas señaladas por ese ecuatoriano desconocido. Única instancia capaz de ofrecer el Estado y el sistema político necesarios. Un destino distinto al presente.