Ha saturado los medios de comunicación un caso de manejo financiero no lícito, relacionado con el nombre del notario José Cabrera.
Su actividad fue atraer recursos monetarios con altas tasas de interés, naturaleza especulativa propia del poder desde hace 30 treinta años.
Los últimos 10 han sido especialmente graves para el destino de la economía nacional. Bastaría recordar la deuda externa, suma gigantesca de la cual nadie sabe cómo se constituyó ni adónde fueron sus haberes.
Ha sido imposible una auditoría de esa deuda y sus renegociaciones. Por los bonos que se “transformaron” de Brady en Global pagamos 12% de interés, equivalente a diez veces la tasa que en algún momento se había fijado la Reserva Federal. Actividad “financiera”, llamémosla con alguna precisión, descomunalmente especulativa.
La “usura” de los depositantes en la notaría del señor Cabrera era, en los tiempos del sucre, muy practicada por la banca. El promedio de las tasas oscilaba alrededor del 80%. También eran no lícitas, cuestionadas pero aceptadas. Hoy la usura con el dólar está encubierta.
El Banco Notario Cabrera es parte de una economía inmersa en la especulación.
El problema nacional radica en la escasez de programas de desarrollo productivo. Los volúmenes de la mayoría de inversiones extranjeras, bancarias y estatales son ficticios.
El sistema de control que existe en Ecuador es pura simulación. Se añade la ausencia de valoración moral que la economía generalmente porta. El problema se reduce premeditadamente a la responsabilidad penal. Nunca se establece la responsabilidad política.
Responsabilidad política no existe en la legislación ni en la información de los sucesos. Desde ahí jamás ha sido posible enjuiciar al poder ni a sus representantes.
La responsabilidad histórica se la oculta con el deslumbramiento de casos penales.
La deuda externa que se constituyó en la esfera especulativa hoy es instrumento de subordinación del Estado.
La quiebra del Notario que sí devolvía recursos fue su muerte. Debería averiguarse qué inversiones tan rentables realizaba. Esto resulta más importante que perseguir a tres o diez mil soldados y policías que buscaron ganancias en condiciones de ese tipo de economía principalizada por la naturaleza del poder.
Nuevamente se escandaliza con la responsabilidad penal, como fue en la estafa bancaria de 1999. En 2005, el muerto tiene la culpa. En 1999, los “banqueros corruptos”. La inocencia le pertenece a la inmortalidad del aparato financiero especulativo que sigue determinando y depredando al Estado.
La responsabilidad histórica no ha de ocultarse con la individual y penal. Ese encubrimiento teje una ideología que obstaculiza el crecimiento de la conciencia social.
Tarea suprema es recuperar el derecho del pueblo ecuatoriano a contar con un Estado capaz de impulsar el desarrollo. Causa suficiente para convocar la Asamblea Nacional Constituyente.
Por ahora solo cabe llamar a los sectores empobrecidos a no imitar al poder ni a su sistema especulativo.