Nano-política

El micro mundo, según el parecer de los físicos, tiene estructura y variedad propia del universo conocido. Es probable que las leyes que rigen esos movimientos, infinitamente grandes o pequeños, sean las mismas regularidades que se interrumpen en sus rupturas. Dichos procesos se reflejan en la historia y uno de los mas complejos –al decir de Einstein- es la política.

En Ecuador del siglo 21, la política evidencia descomposición y resquebrajamiento, caracteres previos de una ruptura. Simultáneamente, exhibe la estrechez de capas medias que, subordinadas a “la visión ciudadana” y el saber “neutral” de ciertas fundaciones y ongs, presumen estar en el poder. No advierten que están entregando tiempo para su recuperación, cerrando fisuras y rejuveneciendo representaciones, ante la degradación que deambula en los sótanos de un Estado derruido.

El problema se expresa en la insignificante discusión temática respecto de la Asamblea Constituyente. La estrategia del poder es una sola: reorganizar sus fuerzas desde la ideología no cuestionada y dominante en todas las esferas de la sociedad, y en las del contendor. Ello se encuaderna en el Código Penal y sus lecturas cotidianas. Código que ha sustituido programas de partidos políticos y contenidos de la comunicación colectiva.

Este entramado auspicia la recuperación de la experimentada eficacia de su ideología, al proyectar sobre todo lo que invoque la política el rostro indignante y paupérrimo del crimen. Sus integrantes hoy actúan atrincherados y formados frente a la Asamblea. Le temen y, a la vez, la saben aún frágil, sin estrategias -política y organizativa-, propias de su convocatoria.

Se sabe que no son suficientes “papelitos electorales” para perder el Estado ni para ganarlo. Un sistema internacional auspicia la información y comprensión de los sucesos, manipula finanzas, créditos, operaciones contables, mediciones estadísticas. Están al corriente de la riqueza que yace en la subjetividad de las colectividades y actúan para que nadie se las dispute, dotando al adversario real o presunto de la misma composición ideológica y así vencerlo. Colman sus cambios con decires sobre el tamaño del Estado y poco acerca de la pertenencia del interés que lo conduce.

La idea de que el Congreso es malo podría acompañarse con la misma fuerza respecto de la Función Judicial, Electoral, Ejecutiva. Son símbolos premeditados que a veces oscurecen al poder y su representación y permiten que quienes han comerciado el Estado y su moneda casi no se identifican. Las simplificaciones anestesian.

La política ínfima penetra los intersticios de la sociedad y se sienta en la vereda, en la tierra o en la piedra del camino, gira en los sillones bancarios y académicos, abunda en la mesa, se la formula en los altares y bajos fondos.

Tras ella hay un descontento profundo contra el sistema que, al no ser nombrado, mantiene el hilo de ese cuestionamiento para soltarlo cada vez que presiente que el pez muerde el anzuelo y se aparta del peligro portando el señuelo que lo lleva a la sartén.

Ecuador vive una disputa desde el fondo del pueblo por recuperar un Estado soberano y, a la vez, exhibe la aprehensión de fuerzas dominantes por impedir que esta disputa rebase la nano-política que las encubre, función desconocida e invisible.


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