Siglos de seudo-democracia y sus criaturas

Los peruanos podrían repetir palabras que se pronunciaron antes.  “Junto a las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, fruto de la supervivencia de tipos de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de relaciones políticas y sociales anacrónicas.  No solo nos atormentan los vivos, sino también los muertos”.La sociedad peruana es cruentamente conflictiva como consecuencia de muchos siglos de relaciones sociales injustas que han explotado en enfrentamientos y protestas que desencadenaron genocidios y asesinatos masivos más allá de cualquier aterrorizada imaginación.

El Perú se desgarra en espeluznantes antagonismos: Sendero Luminoso, el gobierno y su inconstitucionalidad, la militarización y su diferenciación de casta, los sinsabores con sus vecinos, la orientación de recursos hacia el armamentismo, la deuda externa ligada básicamente al comercio de armas y corrupción financiera, la droga y el narcotráfico, los tormentos étnicos, las desfallecientes demandas colectivas, una anquilosada jerarquización de estamentos recreados en la monstruosa división social de varios siglos donde se sepulta vivos y se muere por inanición, sin posibilidad de atención ni del Estado ni del sector privado ni de la iniciativa de cada desesperado.

Esta complejidad atraviesa la sociedad peruana (no solo la presencia de un grupo insurreccional, dogmático, fanatizado, dispuesto a usar cualquier medio de protesta suicida u homicida).  Esta horrenda fase del Perú no se resuelve con una captura que constituye una victoria militar del gobierno, sino con la apertura de un camino que suprima ese sendero trágico y doloroso, conclusión de injusticias y sinsalidas.

Abimael Guzmán es nombre de un árbol envenenado de la política peruana, no es ni el árbol ni la tierra en la cual se recrea esa planta, es simplemente una muestra de esa acérrima fuerza destructiva que tiene la impotencia no resuelta de una sociedad decadente.  Sendero Luminoso es su terrorífico reproche, su violencia obsesiva y estéril, cuando todo le es desfavorable.  Y bajo la conducción de semejante ideología es imposible que haya solución para los problemas planteados.

La presencia de ese levantamiento armado no está motivada por la ruptura de la constitucionalidad.  Para este movimiento guerrillero la constitucionalidad o la dictadura son lo mismo, lo fundamental para él es la acción de un grupo de Poder que orienta los recursos y la “justicia” exclusivamente hacia un polo de la sociedad.  En ese sentido la agrupación senderista señala un hecho de la realidad, gastado en la conquista de adeptos que la protegen.

Sendero Luminoso y esa incubadora de desdichas, la seudodemocracia peruana, están arribando al límite.

Ninguno de los contendientes se engendra en la arbitrariedad.  Son expresiones del subdesarrollo y de su cultura devastadora, son opuestos y también idénticos: desde sus trincheras de miles o millones de hombres se diferencian en el reclamo de algo distinto, una realidad humanizada.  La nada que cada uno construye con la destrucción oculta la demencia que crece con los siglos, que  desconoce la voluntad inefable de los pueblos a causa de la guerra, las políticas expoliadoras, la infalibilidad del Poder, la culpa eterna de los derrotados.

A veces, dan ganas de, imitando a la vida, pedir la negación de todo en nombre de su renacimiento sin esa memoria de la impotencia.