Transporte vs. neoliberalismo. Superar la crisis del transporte ayuda a crecer al pueblo

La crisis no es consecuencia de la «mafia de empresarios» ni de los «pobres pasajeros» ni de los «solo sentados» ni de los “parados», nombres de una lacerante discusión impuesta por el dogal de la miseria, que apenas mira el terruño del próximo paso.  Mientras, en palacio y fuera de él, tertulias pedestres afirman la voluntad de hacer cumplir las disposiciones del statu quo: tensiones del transporte, crisis e inercia, desgaste material del parque automotor y el anhelo de renovarlo mediante elevación de tarifas, contradictorias ofertas de subsidios, pasajes que no cubren costos y sin embargo substraen un pan más cada día, y protestas que sustituyen  demandas despojadas de dinero.

En el transporte se reflejan los límites del subdesarrollo, problemas que no se resuelven con el canto doctrinal por la privatización.  El traqueteante atraso del vetusto parque automotor tampoco termina con los subsidios ni con el amago de desbandada, “¡transporte(se) quien pueda!”.

El gobierno ha diagnosticado ‘el mal de la economía’ en la ‘falta de privatización’.  La transportación no adolece de esta ‘enfermedad’.  El gobierno no es empresario de transporte urbano de pasajeros y no hay nada que privatizar.

La renovación técnica no siempre puede someterse a las leyes de la oferta y demanda, al precio que ellas imponen, porque la economía se da en una tierra de señales humanas donde los grupos de presión, las clases, los procesos étnicos, los grupos de interés van creando otras razones.

Además, este artículo de fe en la política económica del gobierno, la oferta y la demanda, no resuelve la “tarifa justa” del transporte de pasajeros. Tampoco el mercado favorece la renovación del parque automotor cuyo desgaste material, lo sitúa a décadas respecto del parque automotor de los países desarrollados.

La vida diaria cuestiona el monopolio tercermundista.  Quizás en esta actividad sería imprescindible proteger la competencia, organizar formas de propiedad que la favorezcan, amortizar el parque automotor en períodos de cinco años a siete, porque todo esto estimula la modernización de los procesos económicos con los que se vincula.

Un principio de solución de la crisis del transporte aconseja estimular la  oferta del servicio, suprimir cierta coartada cooperativista, intervenir  administrativamente y con financiamiento estatal en apoyo a los transportistas para renovar el parque automotor.  Y para esto el endeudamiento externo debe incorporar el propósito de resolver el problema de un sector de la transportación.

Ese endeudamiento externo ha de transferirse mediante crédito interno a los municipios, consejos provinciales, empresas y cooperativas para la adquisición  e importación de vehículos, constitución de empresas de comercialización de repuestos y accesorios, adquisición de tecnología -al menos de ensamblaje-, de vehículos de pasajeros y carga, con exoneración de gravámenes tributarios y aduaneros de manera que sus costos sean reducidos.  Aquí el endeudamiento lo hace el Estado, pero traslada la deuda al sector privado,  y no solo la deuda, sino el beneficio y sus recursos.  De este modo se privatiza el endeudamiento externo adquirido por el Estado pero para tener una utilidad social, al revés de lo que pasó con la sucretización, un endeudamiento privado se convirtió en deuda externa del sector público.

El conflicto actual involucra uno de los espectáculos del atraso: la transportación de pobres por derroteros misérrimos, en automotores, carretas y trenes acabados. Todo a un ritmo y un tiempo decadentes.  Esto no se resuelve con una media tarifa que acalle pasajeros, con un medio subsidio que adormezca transportistas, con una media competencia que satisfaga monopolistas, con una media intervención estatal que simule libre competencia.  La suma de todos estos “medios” lo único que garantiza es la media verdad con la que se enfrenta desde el hambre hasta la insaciable ambición de acumular.

La economía es un reflejo contradictorio de necesidades y satisfacciones humanas.  Los caminos que el transporte cultiva lo son también del pensamiento, a más de ser “hechos al andar” se abren también cuando el andar no deja huellas, cuando los pies son reflexiones, estrategias, objetivos que diseñan anticipadamente rutas aéreas, marítimas, fluviales, terrenas, sobre y bajo estos espacios.

Superar la crisis del transporte ayuda a crecer al pueblo; la densidad demográfica no solo es una relación de habitantes por unidad de superficie, es también la movilidad de esos habitantes, las vías de comunicación, los medios de transporte, la frecuencia de circulación, los volúmenes de pasajeros y carga, una potencialidad ligada al ritmo de evolución y progreso de una sociedad.