La información para el desarrollo destaca la trascendencia del espíritu, la que se plasma en los productos de su trabajo, se sublimiza como memoria, se contiene como potencial hacedor.
La información que auspicie la condición humana dispuesta a la imaginación, la inventiva, la curiosidad es una premisa buena de la evolución social. Además supone reconocer en la difusión masiva una maestra de esas dimensiones, forjadora de seres humanos, a pesar de los productores de monstruos en la inútil violencia individual.
El testimonio que desata la admiración inicia el conocimiento que de por sí encuentra en este asombro su primera fase.
Esta comunicación abarca todos los campos de relación del hombre y la naturaleza, las particularidades de la ciencia y la tecnología en los procesos productivos y económicos en general, la conservación de la salud, el equilibrio ecológico como síntesis óptima.
Con tanto potencial es imposible no admitir a la par que el hombre es algo de lo que haya sido informado. La experiencia condensa en productos, en palabras, imágenes, relaciones, procedimientos el bagaje creativo de cada época. En el concreto presente resucita el tiempo muerto, la capacidad productiva material y espiritual de una sociedad que convierte a la información para el desarrollo en la riqueza anticipada de una estrategia, gran tarea de la vida, de las sociedades en su conjunto.
Este propósito del presente, antes espontáneo y ahora de la conciencia individual y colectiva, componente de toda iniciativa y función de las relaciones internacionales, trata de crear los ductos universales que la transformación del espíritu demanda con las premisas de los sueños, las utopías, pero jamás con los engaños premeditados, los espejismos forjados, la urdimbre de ilusiones en las que un mundo moribundo halla su guarida. La información para el desarrollo es el principio del redescubrimiento de virtudes y la práctica de su apropiación universal.
No basta transmitir una experiencia, debe generarse estados de ánimo dispuestos a impulsar transformaciones por la salida del subdesarrollo, superar el sistema atrasado de contenidos en la crónica establecida e incorporar los medios al tratamiento de las interrogantes, defensa, intereses y respuestas del desarrollo. Una información de esta naturaleza es un arma que desplaza dogmas en los que se restaura el statu quo.
La noticia de lo nuevo desgasta lo precedente y somete a prueba la capacidad de existir de cada elemento pasado. Atañe a todas las actividades y se vuelve estímulo del avance, es la selección (científica, técnica, moral y política) del dato que se difunde, la previsión de su trascendencia, la protección, en definitiva, del receptor de mensajes.
La calidad de la información, junto con otros factores, es fuente de la preocupación colectiva, antesala de la estrategia que organiza voluntades, suprema base humana de cualquier adelanto.
Y la preocupación que implica el quehacer cotidiano debe estar referida no solo a la cantidad -no basta la estadística del nivel de vida, de la miseria o la riqueza-, sino a las cualidades del bienestar. La revelación que a su vez estimule una ocupación reconocida en la integridad de las exigencias del desarrollo es de por sí una fuerza motriz.