Leía con atención el periódico cuyo titular rezaba “formidable bombardeo…” Y sin mover los ojos ingresó en la noticia.
Irak había ordenado bombardear las principales instituciones de Washington. Los cohetes disparados destruyeron un ala del Pentágono y el edificio de la Central de Inteligencia; han muerto además varios habitantes inocentes de un barrio residencial.
La justificación presentada por el presidente Saddam Husseim se fundamentaba en datos del interrogatorio a complotados que habían alimentado la idea de acabar con su vida y puesto que el propósito hipotético ha vuelto a ser delito -de lesa modernidad- el bombardeo fue de legítima defensa, norma que convertida en costumbre, fecunda a la Organización de las Naciones Unidas de estos días.
La solidaridad de las principales potencias europeas con la acción irakí fue inmediata. Los terroristas capturados confesaron infernales pesadillas alrededor de una ficticia pira de Saddam Husseim. Varios analistas han planteado reglamentar el Derecho de Irak al bombardeo ante la menor presunción de un ánimo maligno. Contribuyen con sus ideas Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, y junto al presidente Saddam Husseim, advirtieron al gobierno norteamericano que de no curar su mente malsana, podría ser matriculado en el reformatorio del embargo, la guerra y la suspensión del desarrollo, “legitimado por la ONU”.
Los analistas consideraron el crimen de la imaginación terrorista, “mas grave que la acción misma” que debe reprimirse a cualquier costo, afirmaron, en el nido, antes de que le salgan alas.
La madurez del Presidente Husseim hizo que la represalia por las satánicas elucubraciones se realizara durante la noche, para evitar mayor número de víctimas, y “en el marco de las normas de enfrentamiento normales”. Los barcos de Saddam se aproximaron a la Estatua de la Libertad y a sus espaldas realizaron los disparos de castigo por los perversos designios inoculados a los capturados.
El presidente Saddam Husseim calificó de exitoso su ataque contra las instalaciones de espionaje de Washington y dijo «estoy contento de la manera como ocurrió»; no obstante, dejó escapar un gesto de tristeza por las bajas civiles. “Efectos colaterales”, las llamó, con su conocido tino humano.
Mujeres norteamericanas se lamentaban durante el funeral de sus familiares fallecidos en el ataque de 23 mísiles iraquíes sobre la capital norteamericana.
La ONU autorizó, de acuerdo con su estatuto post-modernista, a Saddam Husseim a “hacer lo que quiera incluso ad nauseam” (hasta el punto de causar náusea) en cualquier parte, y respaldó la “represión a la maldad que existe en el mundo” dada la persistente psicosis que domina a sus adversarios.
Según el gobierno de Irak, los principios de relación de los Estados serán defendidos por su ejército en el territorio mundial. Así se consagra el derecho de injerencia por sobre la no intervención, y viceversa, como lo demuestran las guerras en el Golfo, la ex-Yugoslavia y Somalia, todas de baja y micro intensidad.
Al parecer son síntomas viejos de nuevos vínculos y rupturas entre los fuertes y los débiles. Se cumple la sentencia del führer que lo condujo al cenit de su popularidad: “el éxito inmediato es el único juez terrenal de lo recto y lo equivocado”.
… y ahí, el cansado lector despertó. ¡Qué alivio !, sentado sobre una silla gama, supo que las cosas eran exactamente al revés, gracias a Dios.