La corrupción

La corrupción, que hoy preocupa mas al Poder que a la Iglesia, no es la misma de antaño.  No se trata de aquella que infringe los Mandamientos ni de la que comete los delitos que el Código Penal tipifica ni de la que la moral pública condena.  Ni siquiera de la que hizo exclamar a Balzac: tras toda gran fortuna hay un gran crimenSe trata de un factor que incide en los mecanismos y vínculos del país con la economía mundial. Fenómeno que reduce cualquier capacidad competitiva al elevar los costos de gestión y administración.

De ahí que la apreciación del ex Embajador de EE.UU. en el Ecuador, Paul Lambert, durante su discurso ante la Cámara de Comercio Ecuatoriano-Americana de Guayaquil (noviembre de 1991) señala que la corrupción es un vicio costoso que cuesta la inversión, el  prestigio nacional, la autoestima nacional y destruye los fundamentos de la sociedad.   Estas precisiones corresponden a la naturaleza de la presente descomposición social.

Siglos atrás la acumulación originaria fue instrumento del espontáneo inicio del capitalismo.  Fue la formación de grandes recursos por cualquier medio.  Constituía la premisa de ese mundo.  Las palabras que lo elogiaron advertían la maldición del pecado original en la naciente organización: el peligro de la repetición en su crecimiento y madurez.

En el subdesarrollo, la palabra corrupción designa algún aspecto de la denominada acumulación originaria del capital que aparece innecesaria y condenada desde la economía que contribuyó a crear.  Es menor que la que existió en los pininos económicos de las democracias de los países desarrollados.  No obstante, intenta cumplir exactamente las mismas funciones.

Es síntoma espontáneo de la decadencia social.  Opera como mecanismo de conformación, cuando menos de la apariencia, circunstancial del éxito, hace las veces del discurso demagógico en la economía y abre caminos de triunfo.  Quisiera reducir (aunque solo fuese con el denominado dinero sucio)  la brecha con los países avanzados. Se integra a la técnica y las inversiones en una simulación de aproximación inmediata al desarrollo. Mientras los países desarrollados encuentran en esa integración el límite para sus inversiones.

La reedición del pecado original es relativamente insignificante en las soluciones que pretende aportar, comparadas con las que de manera ejemplar exhibe la biografía del crimen en los países ricos.  El problema radica en que la corrupción actual aumenta los costos y reduce la productividad. Y es una técnica menor en condiciones de la incorporación de la ciencia a la economía.  Ella misma se divide en dos: la pequeña, que en volúmenes mínimos enfrenta la persecución real y se torna imperdonable, igual que el robo chico, y la grande que, en magnitudes máximas, encumbra hasta a los grupos virtuosos de la sociedad.  Y es olvidada.

Una especie de corruptología ha fundado el seminario Corrupción vs. Democracia.  De esquinas distintas salen al combate la una y la otra.  Al fin de cada batalla, pueden separarse para volver a juntarse.  La corrupción fue vestigio de toda seudo-democracia y la obsolescencia de esta democracia lo es de la corrupción.  Ese versus, que se exhibe como externo a la naturaleza de la organización social, tiene la precisión propia de los afanes deportivos: lo importante es competir, gane quien gane.  Cosas del neoliberalismo.


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