El poder de la religión o la religión del poder

El secretario general de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Monseñor Antonio Arregui, ha puesto a consideración del Congreso el Proyecto de Ley educativa de las familias del Ecuador, proyecto que significa una reducida comprensión sobre las causas de la conducta, individual y colectiva.

Las diversas versiones del cristianismo y la Iglesia Católica  evolucionaron a tenor de las etapas del desarrollo social, la economía, la ciencia y no se puede ni se debe, en nombre de una ética tartufa, suprimir el laicismo, la libertad de cultos y la búsqueda de una moral reconciliada con todo el quehacer correspondiente al progreso, a la naturaleza social del ser humano.  En su lugar, a las puertas de 21 siglos de cristianismo, no es posible volver a ubicar la versión dogmática y acomodaticia del temor, ni siquiera solo la del amor, desgraciadamente, como fuente del bien.

El cristianismo ha constituido una liberadora forma de desobediencia, una solidaridad mas auténtica ante los ojos de Dios; pero también en su manifestación más deformada y pobre, un espacio de terror y de horror.   Hoy es tantas cosas: una cultura, una moral, una religión, una cobertura y un recurso económico y político.  Los cristianos que idealizaron la superación del hombre con su presencia, no son los que colonizaron América: por eso Juan Pablo II pidió perdón a los pueblos indios de América y a todas las brujas quemadas y a los pensadores simbolizados en Galileo Galilei.

La Iglesia que nace de los primeros cristianos y de la palabra y el ejemplo del soñado Jesús no es la que se regodeó en la protección del concertaje ni la que se confabula para engalanar los templos del dinero.  A los primeros, por felicidad, pertenecen millones de fieles entre nosotros, la vida de Leonidas Proaño, el quehacer y la palabra de Luis Alberto Luna Tobar, de José Gómez Izquierdo y todo su pueblo.

Los partidos islámicos y los cristianos bordean siempre el fundamentalismo, real en el primer caso por ser fuente de cohesión nacional, y de ficticia religiosidad en el segundo, pues solo es fuente de manipulación política electoral para identificar la riqueza con el poder de Dios.

¿Horas mas de qué religión es la que nos va a proteger de la maldad, y de qué maldad debemos protegernos?

Los espacios públicos de algunas instituciones financieras equivalen a escenarios decorados para ceremonias religiosas.  Si el servicio buscado en el banco requiere del gerente, se diría que se acude a un altar, pues tras su gerencial sillón se recuesta un Cristo; no el de la Pietá, dispuesto a despertar los mejores sentimientos ante el dolor humano, sino aquel usado en el exorcismo para espantar los engendros demoníacos que se inventaron en los momentos de mayores éxitos en los suplicios, en la incineración, en la persecución a los aquelarres y las penitencias eternas.

Hoy las cosas han cambiado.  Es tarde para quemar una bruja mas, el fuego ya no se presta.  Pero los viejos instrumentos se renuevan, los cuadros religiosos de autores anónimos, cuyo anonimato los convierte en ventanas de la vida celestial, crean protecciones, advierten con sus profecías.  Y los delincuentes suelen ser fanáticamente creyentes.  Los objetos de su fe se vuelven ante sus ojos, fetiches.  A estos les temen mas.  Es que necesitan del perdón, no el de los hombres de quienes no pueden obtenerlo, sino el del Dios que los abandonó.

El episcopado ha convocado a un retroceso espiritual.  A la conducta actual no solo le falta Dios.  Dios también sobra en la fe del delincuente y del miserable.  Surge una terrible duda, acerca de si lo que se invoca es el poder de la religión o la religión que conviene al Poder.