Quince años de populismo moralista y constitucional

La moral en la historia no puede ser juzgada por el pacato moralismo individual. 

Un acto político que apunta a revelar las contradicciones verdaderas es virtuoso, lo mas alto que pueden reclamar para sí la moral y la política.

Durante estos quince años, el Estado y su organización social han subsistido en transición.  La espontaneidad ha resultado insuficiente para ascender hacia una organización moderna.

Las disputas obnubilantes, el espectáculo de los frentes de derecha vs. los frentes de izquierda, las «batallas» entre gobiernistas y oposicionistas  adornadas con independientes de la rosa de los vientos han conformado el pool de actores.

Al parecer, baja el telón y en la calle se abre paso la readecuación del Poder.  Esto sumado a las transformaciones mundiales nos aboca a reconocer que van perdiendo significación los tradicionales disfraces y las apasionantes pugnas y van surgiendo las verdaderas, las contradicciones que dinamizan el movimiento social del presente.

Se gesta un nuevo orden -no mas feliz ni mas desgraciado- simplemente nuevo en la conducción del Estado. Crujen las prejuiciadas contiendas entre puritanos e «inmorales» con que también se ejerce la dominación.

Las emociones circunstanciales que cultivan el odio y el castigo eternos, las enemistades que recrean y sepultan la inconciencia individual no pueden consolidar la fuerza moral de un pueblo.  La elevación de la conciencia argumenta mas que el énfasis emocional de la seudo ética que impera.  El infierno se engendra en la continuidad de los mismos malos y los mismos buenos.

Suprimir las diferencias aparentes PRE-PSC hubiese sido -desde la conciencia- un primer paso positivo para el reordenamiento social de la política.  Desgraciadamente a cada instante se añaden mas dificultades.  Se oponen el propio PSC por el remordimiento de sus obcecaciones, los miramientos de sus presuntos y reales adversarios, la concesión a prejuicios que controlan a capas medias atrasadas, los actos de fe de un sector de la inmaculada intelectualidad.  Otra vez triunfa definitivamente la prédica de la dominación.

La expresión nos da la regalada gana  supera en mucho los timoratos escrúpulos que la condenan.  Sin embargo, a la par que exhibe un potencial arbitrio para cambiar las relaciones políticas, evidencia también inmadurez para ejercer esa libertad.

Las presuntas diferencias  entre el PSC y el PRE han «preocupado»  menos que las coincidencias que amenazan la integridad de esos partidos.  Sin embargo, la momentánea conjunción de estas dos organizaciones ha exacerbado el evangelio de la quietud que protege la reedición de su nefasta polaridad.  El espacio que hubiesen liberado, estas dos organizaciones políticas al subordinar sus diferencias, habría viabilizado la reflexión y la organización política alternativa.  Pero han estallado plañideras exclamaciones de toda laya que ocultan la carencia de argumentos y, lo que es peor, realizan la tímida moral a la que el pueblo debe renunciar.

Contribuir a organizar un nuevo poder en el Ecuador exige no solo una adecuada conducción de la economía y el desarrollo social, sino -sobre todo- la liberación de dogmas que niegan las condiciones que promueven el progreso.

Ninguna sumisión ideológica podrá impulsar la conversión del Estado en factor de desarrollo; solo el reconocimiento de los intereses componentes de la nación podrá hacerlo.

Quince años de populismo en todas sus formas, de populismo moral, económico, político, de populismo en las engreídas élites, de lamentaciones, demonios y semidioses, de inconciencia de la función que se practica a través de un moralismo condenado a no ver la moral que en la historia nos libera.

No son solo quince años, son muchos más.


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