Oklahoma, algo mas que una city

El acto terrorista de Oklahoma ha puesto en la mira de todo el universo varias interrogantes.

Durante los últimos siglos, EE.UU. ha sido el país que mas ha provocando, suscitado y creado diversos procesos históricos y circunstanciales. En las batallas por su Independencia de Inglaterra gestó factores ideológicos y estímulos que se expresaron en la Revolución Francesa y en las guerras por la independencia de América Latina.

Un macarthismo tardío incidió en el terrorismo de algunos estados y ejércitos latinoamericanos, de cuyas expresiones la mas monstruosa se dio en la subsistencia de la guerra sucia en Argentina y todo el Cono Sur. La post-guerra fría -se pensó- podía abrir un cauce de democratización a favor de la sociedad multicultural en EE.UU., sin embargo se advierte lo contrario. Las esferas mas inmovilistas, las milicias paramilitares y los comentaristas ultraconservadores vomitan odio y paranoia, denunciados por el gobierno de Clinton, lo que ha ido condicionando un quehacer alarmante.

La explosión de Oklahoma no es solamente de carácter dinamitero. Es la declaración de crecimiento neofascista de millares de lobos armados, alineados por dogmas auspiciados desde las extremas derechas. Esta tendencia desconoce supersticiosamente los cambios globales, se siente prisionera de la economía mundial y de los proyectos del libre comercio, proclama recuperar el proteccionismo: encerrar a EE.UU. en sus fronteras y usar el resto del planeta, no vincularse ni obligarse ante él. Este grupo que va contra el movimiento de la humanidad es peligroso yrebrota en el corazón de la nación mas fuerte.

Es justa la afirmación del Washington Post (abril 26, 95) que señala «El país no se hará un favor a sí mismo si elude un serio debate sobre el significado político del atentado, que ha sido causado por una rama política no tan distinta de la mayoría como se gustaría pensar».

La sociedad norteamericana ha ido cultivando ideologías que auspician conductas xenófobas y discriminatorias. La reacción de Clinton al denunciar y repudiar el amparo de la propaganda ultraderechista es importante advertencia y positiva disposición de contrarrestarla.

Esos focos fascistizantes van conjugándose para re-engendrar cierta esclavitud moderna. Esos sectores encuentran justificaciones transitorias para un quehacer deshumanizado.

Desgraciadamente, la denuncia del neofascismo norteamericano también enfrenta un aspecto de su rutina internacional que parecería que no corresponde al pensamiento que demanda la democratización interna. Por ejemplo, el embargo a Irán pertenece a la usanza de presiones, ocupaciones e invasiones. La reacción de la Unidad Europea contra el embargo, más el silencio, dubitaciones y reclamos de la geografía islámica y las exigencias de respeto a los pronunciamientos internacionales y los reproches a la unilateral decisión de la administración norteamericana, revelan el carácter arbitrario de tal embargo.

Además, la comunidad árabe requiere de soluciones hondas que no admiten trato militar ni sanciones. Estos procedimientos reproducen nichos de profunda violencia irreflexiva.

La administración norteamericana debe responder con mayor aceptación al nuevo orden internacional, reconocer principios, en particular el proclamado tantas veces: el libre comercio y también el derecho internacional en el tratamiento de los problemas globales.

EE.UU. reclama profundos y avanzados compromisos de su sistema político, de sus medios de comunicación colectiva, de la ideología que orienta las relaciones internas de su sociedad, de los vínculos externos que desde ahí se impulsan.

El estallido de Oklahoma demuestra que estamos desafiados por amenazas e incertidumbres que conminan a engrandecer la conciencia, el sentido de las proporciones y, naturalmente, la práctica donde las palabras tienen consecuencias.

Existen varias Oklahomas en el infierno, en el cielo y en toda la tierra.