Un equilibrio macro-económico sin destino

Campo sensible y polivalente es el de la paridad cambiaria, ahora testigo de la aminorada declinación del sucre y la magra tendencia al equilibrio de algunos índices macro-económicos.

Una impresionante pauperización de masas invade el mismo escenario. La extrema pobreza, el reciente desempleo añadido al crónico, la degradación del proceso educativo, la insalubridad, la inseguridad y el desamparo se vuelven invisibles tras la espectacularidad de la corrupción, la delincuencia, los shows justicieros y la maquinaria electoral.

El moderno ritmo inflacionario está enfocado por la capacidad adquisitiva del sucre en relación con un conjunto de divisas y la cantidad de medios de pago en circulación. Del aumento no inflacionario de precios no se informa, menos del deterioro de la calidad de vida de la población.

En estos días, al parecer, la pretensión de reducir la tasa de interés llevó a las autoridades monetarias a incrementar la liquidez y su fugacidad. Sin embargo, fuentes generalmente bien informadas opinan que el alza violenta -también la baja- del dólar supuso la acción de un grupo financiero en el juego con la divisa para alcanzar propósitos que están fuera de control en el sistema. Esta falta de vigilancia y de intervención en el previsible régimen especulativo debería conducir a la actualización de funciones y medidas estatales que impongan, cuando menos, tributación a ese tipo de operaciones.

La reducción del índice de inflación no ha ido en beneficio de la producción. La contracción relativa de la masa monetaria ha significado contracción productiva, ausencia de inversión real y presencia de capitales en pos de dineros fáciles, rápidos, no observados y dispuestos a migrar acualquier esfera caótica.

La ausencia de eficaces políticas de inversión y de políticas sociales ha quebrantado la demanda. No existe presión desde el mercado hacia la oferta productiva. La economía exhibe brutales asimetrías en la satisfacción de las necesidades sociales.

La ineptitud del gobierno se repite en el intento de reactivar la economía con la asignación de un billón de sucres al crédito productivo, pero que al no querer realizarlo de manera directa se rinde a la intermediación de sectores mayoritariamente predispuestos a aprovechar la oportunidad de compartir tasas de interés que rebasan cualquier tasa de beneficio y condicionan el círculo vicioso de la recesión.

El siglo enseña que la inflación debe contraerse desde el incremento de la producción. Si no el éxito es falso, una pírrica victoria monetarista. El próximo gobierno, en algún momento, suprimirá el represamiento artificial de las divisas, lo hará en nombre de la misma política o de cualquier otra.

El mundo camina hacia la unificación de procesos económicos tanto en la producción cuanto en la circulación. La globalización de cualidades y medios monetarios, financieros y crediticios ha aproximado estrategias de circulación. En las generalidades, ese requerimiento se plantea en todos los países desde la economía y los organismos internacionales. Sus procedimientos aún no se desprenden del oprobioso pasado de expoliación que deberán superar. La ausencia de políticas sociales no debe ni puede ser impuesta.

Bajo el actual régimen, no cabe ni siquiera pensar en retribuciones por la desocupación. Se garantiza exclusivamente seguridad laboral, limitada a un 10% de la población. No existe seguridad social.

El problema básico es la carencia de política que enfrente lo inevitable, la mundialización de la economía, no cerrando las fronteras, sino admitiendo los requerimientos sociales, políticos, técnicos y científicos de su apertura. En caso contrario, será (o ya es) ficción esa apertura y también el supuesto equilibrio.


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