Helms Burton, la memoria imperial

La Ley Helms Burton, fanática y repleta de prohibiciones a la naturaleza de las cosas, se da en el escenario de las elecciones norteamericanas. Promulgada por Clinton, se convierte en arma de sus adversarios. La ultraderecha tendió esta trampa a su candidatura. La arrasadora presencia de Robert Dole -ahora un moderado- tiene como premisa inmediata la firma de esta ley.

En las elecciones de noviembre estarán presentes la derecha nacionalista y proteccionista y la postura norteamericana reflejo de las nuevas condiciones mundiales que, no obstante lo actuado, representa Clinton.

La Helms Burton, al decir de un sector de los medios de comunicación, es Ley búmerang, que confronta a Estados Unidos en sus vínculos externos y debilita sus concepciones mas avanzadas.

La postura tradicional del ala derecha republicana supone que su administración trabajará hacia adentro y que de los procesos externos se ocupará el ejército.

En Cuba, la lenta transformación económica -antecedente de cambios políticos-, da paso a lo que la práctica le impone en el marco internacional vigente. El gran empresariado mundial lo reconoce así al impugnar esa Ley arbitraria y mas aún al invertir en Cuba.

Resulta imperativa una comprensión moderna de Cuba, que no puede lograrse a partir de los métodos sobrevivientes de la guerra fría.   El drama del pueblo y gobierno cubanos es inmenso. Su revolución recuperó ficciones y sueños históricos, muchos de los cuales ingresan en los límites del presente. Otro espacio, confuso, desventurado y peligroso articula la comunidad cubana en EEUU.

Cuba vive la tragedia de una revolución trunca y en algún sentido, imposible. Al desaparecer el socialismo real, surgió el recelo de que se pudiese desatar la mas estéril y desastrosa violencia. Ante todo esto, sus búsquedas y contradicciones deben respetarse y dejar que sus propias y contrapuestas voluntades maduren, que su gobierno y pueblo encuentren el camino hacia las nuevas e inevitables condiciones mundiales. Proceso este que desde diferentes situaciones enfrentan todas las economías y Estados nacionales del mundo.

En Cuba no está en juego la desaparecida disputa soviético-norteamericana ni la del capitalismo vs. socialismo, sino la de los pueblos atrasados del planeta por el desarrollo, la superación política y las relaciones con otros estados y unidades mayores.

Querer que Cuba cambie «gracias al bloqueo» y el aislamiento, imponiéndole un curso y transición idénticos a los de «otras dictaduras» es desconocer a Cuba y la diversidad que debe entenderse como base democrática de la historia. La Ley Helms Burton es la mezquina venganza del pasado, la estrecha lectura del presente, la inmovilidad de antagonismos agónicos. Ningún país progresa motivado por el hambre, la miseria, el subdesarrollo, el atraso tecnológico y el desconocimiento de los otros.Los países son como los niños, reclaman el amor del mundo para crecer con armonía interior.

Existe cierto temor silencioso (que no inculpa ni se estanca en las subjetividades, que observa las reales oposiciones en EEUU) de que el futuro inmediato de este país sea regresivo y su ideología reencarne e imponga las nociones moribundas del reciente pasado internacional.

El 2005 -hito del potencial libre comercio en el continente-, exige relaciones positivas con EEUU, no obediencia, ya no solo entre Estados sino entre empresas y más.   Relaciones mundiales nuevas y fecundas, admisión de intereses diversos, crítica y tolerantes comprensiones sobre el destino humano.

El mundo no es un solo Estado, menos aún la fatalidad que le auguran sus juicios mas envejecidos.

En estos dos escenarios, el cubano y el norteamericano, operan contradicciones, donde está en juego la ruptura con el pasado y su inercia intrascendente.