¿Cómo quieres que aparezca?

En el transcurso de la evolución, la generación de dirigentes se podría circunscribir a dos extremos: la realidad y su simulacro. En el uno, el del ser real, se hallan los atributos que las épocas de exaltación imprimen a los hombres y en el otro, la apariencia vaciada con que se encubren épocas depresivas y degradantes. Los dos extremos han ofrecido guías a distintas causas para mantener o escapar de una circunstancia.

El jefe creado por la manada posee las cualidades de su naturaleza. El colectivo y sus virtudes se simbolizan en el líder que conserva y acrecienta el valor y la grandeza correspondiente a quienes representa. Incluso la muerte es aquí conquista del espíritu.

En ese extremo están los Momentos Estelares de la Humanidad, expresión de Stefan Zweig quese extiendea muchos momentos más de los que él concibió para su obra. Entonces, lo posible radica en el colectivo, en su voluntad y en las individualidades que engendra y nutre. El ser y la apariencia se juntan en lo feo y lo bello, lo injusto y lo justo, lo malo y lo bueno, lo retrógrado y lo progresista, la muerte y la vida.

De esos conductores y del colectivo trascienden el interés, el ejemplo, la creación, la palabra y el silencio, o sea la verdad en la historia. Entre este extremo y el otro -el del disimulo- caben millares de prácticas, intenciones y sistemas de selección y elección de representantes de las formas concretas en que la humanidad se organiza. La metamorfosis y la expansión de la miseria llevaron al extremo contrario, a la artificial y premeditada simulación de la apariencia. La decadencia no reclama a los hombres un ser sino disfraces, una aproximación y correspondencia con las ficciones masivasde los derrotados que van en pos de un salvador.

De inmediato surge la pregunta que sintetiza los esfuerzos del tiempo de impostura: ¿Cómo quieres que aparezcan mi palabra, mi rostro, mi ánimo, mi voluntad, mi moral, mi predisposición, mi capacidad de resolver y encantar? ¿Cómo quieres que aparezca yo mismo?

El sujeto de la historia es suplantado por un actor de la ocasión. La imitación sola. En ella está el éxito. La mímica basta y disfruta de inmenso mercado. ¿Cómo quieres que aparezca? es la pregunta que resume las interrogantes de una investigación de opinión en este medio subdesarrollado.

Las encuestas urdidas hacen las veces de batallas con resultados y conocimientos. Una capa política opulenta ostenta sus laureles.

La encuesta arrastra. Hace las veces de ‘la presencia mayoritaria de los otros’ , lo que en las condiciones de este atraso opera como publicidad, distorsiona la voluntad del electorado y convoca a optar por «el triunfo», incluso contra el interés propio. Es más, las encuestas también propinan una terrible lesión a los candidatos: ellos al preguntar sobre el perfil deseado, se ven obligados a un quehacer fingido, superficial, común, vulgar, insignificancias que se juntan para diseñar la imagen requerida. Las encuestas han traumatizado a determinados candidatos. El daño es directamente proporcional a las ventajas que les otorgan.

Pero las encuestas son únicamente la parte sintomática de un tiempo de disfraces. Ellas no son «culpables», lo son el deterioro, la caída.

La diferenciación social crece y un abismo indescifrable es contemplado por la mirada fantástica de millones de mujeres y hombres aislados y vencidos que en lugar de su razón, exhiben el delirio. Ya nadie se da cuenta. Los buscadores de milagros son normales, naturales e inevitables. Y para ellos es la interrogante ¿cómo quieres que aparezca?


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