Aspaviento o principio

La declaración de Heinz Moeller y Jaime Nebot, bendecida por LFC, sobre la convocatoria inmediata a Asamblea Nacional «con poderes omnímodos» sorprendió, y en primer lugar, al propio PSC que jamás participó de esa hechura, razón por la que su militancia la reputa contrarréplica y no programa estratégico.

Así el socialcristianismo desafió a sus contradictores, enrostrándoles su coraje: «¿y ahora qué?» . Mientras tanto la ciudadanía recibió con suspicacias esa reciente disposición como un simple gesto socialcristiano no correspondiente a los principios deducibles de su palabra y práctica.

El comentario predominante de las organizaciones sociales y prensa se orienta a considerar que se trata de una estratagema para aproximarse al triunfo electoral y nada más (nada menos, tampoco) y que en ningún caso llega a ser otra fase de comprensión para organizar la gran estrategia nacional.

Independientemente, de cuál sea la mas profunda realidad de esa corrección, ésta pertenece a lo que necesita el Ecuador. Una Asamblea con poderes constituyentes, que no han de apodarse omnímodos ni ilimitados, porque suena a sorna e incomprensión del quehacer de esa representación nacional.

Para ese quehacer indispensable, el PSC (por ahora se regodea en el éxito de una treta circunstancial) y todas las fuerzas sociales y políticas de la nación han de asumir la realización de la Asamblea como tarea histórica, reclamada por la sociedad y la época, a pesar del viejo poder y su mayoría en todas las instancias del Estado.

La colectividad recela del énfasis socialcristiano, porque su dirección no es precisamente instancia de dudas reflexivas, sino de verdades axiomáticas sobre el resto del mundo, al que pueden orientar de argucia en argucia, pues están formados y reducidos exclusivamente en la mentalidad del poder. Por tanto, un cambio de posición de esas dimensiones solo es posible desde la certeza de manejarlo todo según ha sido su costumbre: feroz gobierno, oculto co-gobierno y lucrativa oposición.

Un factor torna sospechosa la presunta posición. Habiendo sido coautores del gobierno mas pluralista en miniatura, no quieren asumir responsabilidad de su destino y optan (cuando menos en apariencia) por separarse públicamente para apadrinar el cometido de rehacerlo todo ante «el caos, la incertidumbre y desorientación» de su cogobierno.

De esta manera, Jaime Nebot se reivindica y entra a la oposición sin ser la oposición. Con esta rectificación se diferencia de Alarcón, y al hacerlo toma la ofensiva, le arrebata al Presidente Interino el impulso hacia el veto.

A Moeller, factor del actual ímpetu de su partido, copartícipe de esa resolución, la opinión pública le desconoce capacidad decisoria. El problema del presidente del Congreso consiste en ser miembro del PSC y cogobernante del interinazgo, de lo cual Nebot se desmonta gradualmente.

La rectificación la hicieron por temor. Para que no aparezca como tal (lo que hubiese sido si esperaban el veto presidencial), proclamaron su propio veto tres días antes para contar con la fachada de la iniciativa.

El primero en acercarse al veto ganaba. La objeción interina venía, e iba a ser atribuida al brío de Alarcón, era necesaria otra, previa a la del Ejecutivo, de lo contrario el PSC quedaba a la zaga. Y decidieron: Nebot la ordenó y el Presidente Interino le dio trámite. Las circunstancias se repitieron para convertir a Alarcón en pretexto.

La amenaza con «los poderes omnímodos» le obligaron al presidente Alarcón a advertir que no incumben a la Asamblea el Congreso ni el gobierno. De «los poderes ilimitados» se desprendía la posibilidad de que la Asamblea asumiese, por su naturaleza igualmente, la conducción del Estado y todas sus instituciones. Tras aquella primera formulación de esos poderes, estos han ido menguando paulatinamente y cada día aminora su significación.

«Los poderes omnímodos» asambleístas suponen la nominación de los administradores de las funciones del Estado, lo cual no deja de estar planteado a pesar de las prevenciones que haga el Congreso y el PSC y los ajustes que establezca el Encargado del poder.

El planteamiento de Jaime Nebot fue un recurso ante el ritmo de los acontecimientos y remozó su figura, no a su partido anclado en obsesiones manidas. Demostró que actúa al margen del él, y que esa automarginación es mas positiva para el país que su postura socialcristiana (aunque sin partido se debilitaría), porque este representa el pasado y el declinante presente aún sin alternativa.

Al vetar la primera propuesta del PSC, y parcialmente del gobierno, sobre la Asamblea 98, Jaime Nebot liberó su instinto y se protegió al proclamar: la Asamblea antes de mi gobierno.

La cúpula socialcristiana se dio cuenta que sería responsable y culpable de la postergación de la Asamblea y, por tanto, de la manipulación de los resultados de la Consulta Popular y sus consecuencias, lo que debía reducirse al mínimo.

Una forma de lanzar la candidatura socialcristiana es conquistar para ella la autoría del replanteo y dejar en manos del PSC la anterior declaración de Asamblea 98, y en boca de Nebot, Asamblea lo antes posible.

La fecha de la Asamblea se vuelve importante si esta es un instrumento de renovación. Puede hacerse mañana o después de mil años si es reproducción de lo mismo.

Saber si fue aspaviento o principio el adherir a la Asamblea se verá en su cimentación y resultado.


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