La perturbación del poder

Un procedimiento habitual ha triunfado. Los intereses que vienen gobernando Ecuador reeditan la crónica de los ajustes y sus justificaciones. Ahora, esta hazaña corresponde al heredero y continuador de esa política, quien cuenta con el entusiasmo de la mayoría de las élites.

Los aparatos político-especulativos de la economía están consagrados a cubrir el déficit presupuestario, incrementar la deuda externa y satisfacerse con la misma receta de hace 20 años.

La casta política y su feroz inercia está intoxicada de protagonismo, alabanzas, promociones, subrepticios apoyos y «ataques». Ha sido ungida para la eternidad.

Se sabe libre de responsabilidad y sospecha, y puede hacer lo que quiera, porque en ella, y a manos llenas, todo es, ha sido y será justificado.

La casta regula la opinión pública y maneja los hilos de control social, manipula la lógica, la memoria y la amnesia colectivas, es dueña dilapidadora de los prejuicios mas embrutecedores que su bienestar requiere. Disfruta de un aplauso generalizado, enceguecedor y lisonjero. Es tiempo de feliz y apacible decadencia.

El actual Presidente es un símbolo encantador del establecimiento. Contra él no habrá un «ordenado» golpe de Estado, sino -cuando más- ese entretenimiento de contrarios, el círculo vicioso del oficialismo estatal: gobierno y formal oposición que, unidos, lo auspiciaron.

Por añadidura, el poder político en Ecuador es tan anacrónico como el FMI. Ambos, mantienen relaciones «armoniosas». Se encubren los unos a los otros, viven bajo la égida de enviciados técnicos y estructuras, aunque ahora se acojan a la moda de impugnarse mutuamente a causa del desastre que los transporta. La flotación de la moneda en el «mercado libre» es doctrina y rutina del Fondo opuesto a la convertibilidad en los países subdesarrollados, aunque no a la dolarización de las economías en América Latina, forma especulativa, espontánea, de ir ocultamente a la «convertibilidad» para los de arriba, mientras las bandas cambiarias o la flotación sin intra-bandas se mantienen a costa de los de abajo. (Un ejemplo de esa «convertibilidad» para los de arriba fue dado por el gobierno al ofrecer pagar en dólares a las iglesias y en sucres a los pobres). Así el sistema financiero no se vincula con el aparato productivo y sirve solo para sacar recursos del país.

Todo es distinto a lo que sucede en la Unión Europea con el euro que a la par que superó barreras nacionalistas creó una moneda común sobre la base del mantenimiento del poder adquisitivo y la reducción de la inflación. También es distinto a las políticas monetarias y relaciones internas del G-7. Y cabe mencionar el tratamiento al peso chileno y al austral argentino.

En diciembre del 96, cuando el presidente Bucaram planteó la supresión de subsidios sobre la base de la convertibilidad y la transformación de la estructura institucional que administra la moneda, se concibió que el destino de los recursos de deuda y subsidios sería para la producción y el desarrollo social. Pero… ¡ardió Roma! La casta se vistió de pueblo, aprovechó de los errores políticos y puso a andar la recuperación del gobierno (lo único que había perdido).

Hoy, cuando afirman que se suprime un subsidio para no beneficiar a los ricos, mienten. No informan lo único que nos puede interesar, el paradero de esos recursos. Y en este caso, la dirección es una: financiar el déficit del cual no asume responsabilidad el Poder que ha conducido el país durante dos décadas.

¿Alguien conoce en qué magnitud el Estado ecuatoriano subvenciona a su representado, el aparato especulativo que lo conduce?

El subsidio real, el bono de la riqueza, se integra de la devaluación, la subida de las tasas de interés, la creciente inflación, el manejo especulativo de la circulación, la anunciada devaluación del 15% y la venta de centenares de millones de dólares de la reserva monetaria que en un día suman cantidades que superan en mucho el monto anual (el falso socorro) a distribuirse entre los miserables encolumnados frente a los templos de dios y el dinero.

Los subsidios suprimidos también se los lleva el bandolero déficit presupuestario, y para colmo, lo hace al margen de medidas de reactivación de la economía, o cuando menos, de contención de la recesión. La devaluación es un engaño como estímulo a la exportación. Fuera de la productividad, termina invariablemente agravando el atraso.

La afirmación de que «las medidas eran inevitables», descubre el más terrible significado de esas medidas: justamente el que sean tales. Por esto, lo más importante es tomar conciencia sobre qué motiva y qué hace «inevitables» a este Poder y su política.

La degradación ineludible constituye los prolegómenos de la violencia interna, violencia en el estéril diagnóstico de los problemas sociales, violencia en los dictados económicos, violencia represiva, violencia en los intentos aislados de respuesta social. Suicidios, delincuencia, mendicidad y protestas todavía sin destino. 

No es posible comprender lo que sucede sin considerar los intereses que conducen el Estado, cuyo único proceder es fatal. Esos intereses no dependen de la voluntad del jefe de Estado. Por esto su quehacer es inevitable y cualquier discusión sobre otras recetas y analogías que nazcan de las mismas influencias es vana.           

La originalidad del gobierno ha degradado la relación del Estado con la población. El bono de pobreza arrebaña procesiones de indigentes, mientras la obligación social más espectacular del gobierno se reduce a la limosna con pompa. Por fin, el 70% de pobres será una cantera de masas derrotadas. Un desvalido con título es un derrotado, dos aumentan su derrota, y tres millones serían la gobernabilidad perfecta. El tiempo ha depurado esa perfección: da limosna, oye misa y lo demás tómalo a risa.

La trinidad, gobierno, grupos financieros y cúpulas eclesiásticas, con su enorme poder hipnótico contribuye a esa gobernabilidad.

El gobierno cuenta con extraordinarias licencias para el control social, percibe el halago y la tolerancia de importantes medios. Ahora, va a disponer de millones de menesterosos. Ese bono será el más eficiente recurso clientelar, la más envilecedora hechura del Estado en relación con la población deprimida. Habría sido superior una compensación para los desocupados. Y que de la ocupación se haga la principal tarea de la sociedad y el Estado. Ningún derecho es más trascendente que el derecho al trabajo.

Por supuesto, ningún mendicante encuentra razón suficiente para negarse a la migaja que recoge. Se impone conservar la existencia. Algo distinto es un pueblo decidido al progreso, a la creación, al avance, a la libertad, a la grandeza, dispuesto a no tener la mano abierta para ser reconocido. Frente al Estado, un ser humano tiene en el trabajo, en el tiempo libre y en la disposición a vencer las condiciones por las cuales crece su condición humana.

Nada de esto atraviesa los muros de los palacios. Una descomunal perturbación afecta al poder, está enfermo de exceso de continuidad.