Ecuador tiene dos grandes pretensiones: una, salir del subdesarrollo, que es un objetivo estratégico y otra, modernizar, reestructurar, reorganizar el proceso económico y social para incorporarse a la globalización.
Son dos grandes tareas cuya realización es posible desde los intereses del desarrollo productivo, continente esencial de la superación de todos los vínculos estatales con la población y el escenario mundial.
Sin embargo, 20 años de estancamiento en quehaceres financiero-especulativos dejan atrás los factores y motivaciones que hacen de un pueblo su grandeza, que permiten al menos una visión objetiva, de la que hemos sido desposeídos.
El manejo y control ideológicos han consolidado el absurdo y la irracionalidad en calidad de virtud y a este poder, como inevitable y único, al igual que sus políticas, ajustes y justificaciones. Tragedia para la abrumadora mayoría y gracia para una minúscula élite que disfruta de dineros y dominación fáciles, élite «apasionada» por los pobres y «bravucona» frente a los ricos. Por eso, aquí los pobres tiemblan cada vez que escuchan que se va a imponer algo a los ricos.
A ese curso pertenece el impuesto del 1% a la circulación de capitales en sustitución del impuesto a la renta. En lo inmediato, va a dotar al Estado y a los bancos de una ilusoria bonanza y liquidez gratuita que ocultará sus ineficiencias. Se trata de un impuesto indirecto que no diferencia entre la ganancia y un paño de lágrimas, sin vínculos con la producción, inversamente proporcional a la justicia contributiva. El 1% es medida de promoción y éxito político tercermundista.
Se espolea el auge de una superación artificial que merma la velocidad de circulación del capital, causa significativa de la recesión.
En un año, este impuesto se habrá trasladado al consumidor final y será otro ingrediente inflacionario añadido a esta agiotista y estafadora política monetaria y fiscal. La permanente caída del poder adquisitivo y el uso y abuso de altas tasas de inflación e interés recrean el juego que expande el régimen especulativo.
La liquidez ofrecida al sistema y la rehabilitación de carteras vencidas de los bancos, también llamada programa de reactivación económica del sector productivo nacional y de refinanciación de sus pasivos, incursiona en la quimera financiera, bonos arbitrarios, dinero ficticio, una fábula para obtener recursos sin destino social.
A la ficción se añade cierta subrogación de los partidos, substituidos parcialmente por un sector de los medios junto con intocables encuestadoras y bajo las bendiciones pertinentes, hacedores de la opinión pública y propietarios de su criatura. Su opinión corresponde a todos. A largo plazo -y ese plazo ya pasó-, incluso ellos mismos están lesionados por tanta farsa. Pues, hasta la razón ha sido desplazada por un manipulable porcentaje y, por último, se la restringe a los efectos de la publicidad.
Y para colmo, el sistema político ha engendrado un partido controla-gobernantes responsable del bien e irresponsable del mal. Para él, el mal proviene de los que observan de manera distinta o ejecutan imperfectamente sus dogmas y misterios.
La banca obsequiada con una liquidez no vinculada a la producción (depositaria del presupuesto general del Estado, del bono de la pobreza y, ahora, agente de retención) no puede animarse ella misma a mayor eficiencia. De ahí que la decisión del Banco Central de licenciar nuevas instituciones bancarias no dejaría de golpear a este sector. Aunque, por ahora, el capital extranjero no pretenda arribar, sino como siempre, como deuda. Deuda para maquillar, reproducir el atraso y ficciones para los demás.
Ante una política de mitos y dinero llevadero, no viene capital de inversión productiva. Cuando los fondos imaginarios y el endeudamiento suponen resolver un problema, simplemente lo posponen. Eso es todo. Limosnas para los de abajo y dádivas a los de arriba.
La política exhibe una élite que mezcla el neoliberalismo con el proteccionismo que le teme a la globalización y a los intereses productivos en la conducción del Estado.
Así, Ecuador enfrenta un callejón sin salida. Será desbordado por explosiones sociales, en ciernes. Se van gestando en la profunda pérdida de credibilidad del gobierno y sus socios y la creciente angustia de las masas.
El gobierno está entrampado en la estrechez y los espejismos de su auspiciante fundamental, el PSC, obligado a no pensar más allá de la cabeza de su candidato quien sujeta a su partido, el partido sujetaal gobierno, el gobierno sujeta a todo el Estado, y el Estado al país, entonces ¿a dónde vamos? A estas simuladas soluciones donde se alían el maquillaje y la ficción, componentes históricos de la Inquisición que impedía con tormentosos medios pensar la realidad.
De la entraña social está emergiendo una palabra que conquista la ruptura, con este presente-pasado. Hoy la miseria y hasta la pérdida de la libertad resultan cómodas en el orden establecidopor este moribundo y triunfalista poder.
Hay que impulsar el reordenamiento político. Cambió la historia. Se reorientó su curso. Surgieron relaciones no advertidas. La economía internacional se resquebraja ante el fenómeno de la economía mundial y crujen instituciones internacionales, desde la ONU, la OTAN hasta el FMI. Las estructuras militares y las armas tienen nuevas proyecciones. Cómo no entender entonces que es imprescindible reformular fundamentos de la economía y la política en Ecuador.
Nada más nefasto en la conducción del Estado que la irrealidad. El país sucumbe entre maquillajes y ficciones. Ilusionismo alejado del desarrollo material y espiritual, desarrollo que sería dramático para el viejo poder. El gobierno se alimenta de opositores indulgentes, ungidos desde el comité que lo auspició, sector que reduce la existencia social a su propia y solitaria presencia.
Hace mucho, el día de inocentes se convirtió en semana y luego en estas décadas de inocentes en la historia de Ecuador.