Ecuador necesita reconocer sus procesos reales.
Al Presidente Mahuad, las circunstancias le niegan el enfrentamiento con la oposición real y en su lugar le ubican a la oposición declarativa que ha pocos meses era parte de su comité de campaña. Resulta menos complicado convocar a las armonías de esa «totalidad» que constituyó ese comité con sus acuerdos y disensos.
En las lucubraciones de los ideólogos del Presidente las adversidades esenciales quedan atrás. Falta consensuar, dicen. Tarea mayor que dará origen al «renacimiento», según los auspiciantes del gobierno. Mientras tanto -a juicio del inmenso silencio de este país- esa práctica corresponde a su palaciega totalidad decadente. Los antiguos apoyos se convierten en rivalidades. No obstante, una nebulosa impide ver la confrontación de las entrañas.
Se pone en marcha la apariencia.
Los mandatarios y funcionarios de Estado ya están sacrificándose. Los fans del poder convocan al sacrificio del auditorio, lo único que resta.
En cualquier caso, la solución no corresponde a la imaginación, sino a la publicidad. El resultado es el desastre: rescate del optimismo sin fundamento, salvamento de la banca, redención de las quiebras, incremento de la deuda, devaluación constante, proteccionismo para los de arriba, ilusionismo para los de la mitad y neoliberalismo para los de abajo. En fin, todo el pasado, otra vez al frente.
La quiebra es síntoma de crisis, petición espontánea de otro destino organizativo. Ceder ante lo más avanzado abre caminos a la innovación, al empleo y nuevas manifestaciones empresariales. Por el contrario, conservar unidades económicas quebradas oculta y reedita las causas de la crisis.
Las devaluaciones en este submundo del planeta encubren el atraso. Son incondicionadas. Amparan la impostura de una competencia congelada entre estructuras débiles y desproporcionados apetitos.
La vida artificial para la banca estanca la reestructuración de las empresas. Mientras las élites decretan el salvamento, los intereses de la producción y la sociedad exigen transparentar las quiebras.
Las quiebras reales dan paso a la formación de escenarios mas exigentes para los empresarios y la colectividad. La administración debe estar obligada a evidenciarlas. Más aún, si pertenecen a ese muro de contención del progreso, al sector especulativo que conduce el Estado.
En todas las esferas de la vida social, negar la experiencia de la derrota es construir triunfos sobre bases irreales. La historia se reescribe todos los días, pero a partir del presente y no desde un astuto fingimiento de futuro.
Una fase de destrucción precede toda construcción. Las etapas agotadas del tiempo humano anteceden al ascenso de la especie.
Ecuador consume una etapa histórica bajo el gobierno de Mahuad. Son artificiales su luz y su intento por recuperar el pasado que agoniza con su trofeo. Lo evidencian las finanzas, el transporte, los servicios, la producción y la técnica organizativa, en particular la banca, ávida en la destrucción de una forma de manejar el dinero de los otros.
Salvar la banca insolvente, especulativa y sin nexos con la producción es dar vida artificial al atraso. Esa banca es un obstáculo para el avance de la economía. Hay que dejarla renacer. Una etapa histórica consumida, paga su continuidad con la miseria o la locura de los enfrentamientos sociales.
Se impone el valor de la realidad.
No es una crisis solo en la esfera de la circulación, va mas allá, invade sus determinaciones, la organización social de la economía, la estructura del Estado, la subdesarrollada política que la conduce, las relaciones que pugnan por substituirla, la ideología con la que se justifica este presente.
Solo desde una nueva base económica será posible pensar y construir un nuevo Estado. Sin esa condición, el Ecuador continuará de «victoria» en «victoria» como fueron las diversas interpretaciones sobre el acuerdo de límites con el Perú, también, la política tributaria y su exitoso impuesto del 1%, el inocente endeudamiento que precede a renegociaciones aún mas cándidas.
La naturaleza ofrece sabiduría. La inmortalidad es solo una metáfora. En la economía no cabe sino como camuflaje. Su lugar lo ocupa la putrefacción de ese poder especulativo, cuyo reflejo se le atribuye a la sociedad en su conjunto.
Aún es muy difícil que estas élites se percaten de su agonía. Confunden, egocéntricamente, vitalidad social con su enriquecimiento.
Por ahora, se espera mas «aciertos», premeditadas disputas, gobiernos virtuales y la continuidad del actual estado de cosas.
Y sin embargo, crece la voluntad para dejar morir etapas.