El lunes 15 de marzo, en cadena de televisión, Jaime Nebot «se pasó» a la oposición. Su intervención desde el punto de vista económico carece de relevancia. En cambio, su instinto de poder lo condujo a actuar donde las circunstancias dictan. La crisis ha descendido a un nivel tal que exige solución política. Y claro, en las instancias del oficialismo estatal, el único cambio posible es la metamorfosis del aliado, gubernamental y parlamentario, en opositor oficial.
Mahuad todavía es imprescindible en esta comedia de la democracia. La historia conoce muchos cuerpos sin alma en los asientos del poder. En el teatro que actúan, un juego de luces les ofrece vida y movimiento.
Mahuad es un espejo que permite ver las entrañas del poder especulativo y su lógica en la representación política. Aún no han madurado las condiciones para un cambio político ajeno a la continuidad de lo mismo.
El 1% inició el colapso que se generalizó con el feriado bancario. Implantó un atroz capricho «valorado» exclusivamente por el monto y ritmo de la recaudación. Redujo la velocidad de circulación del dinero, factor de mayor recesión y de brutal agresión a las demandas productivas. El paro bancario surgió del mismo método. La crisis de algunos bancos puso en evidencia la fragilidad de todos. Los pilares del desastre se completaron con las medidas económicas.
Mahuad perdió el apoyo de muchos sectores. Le son fieles la «sufrida» élite, un sector de la prensa y la tv, las prédicas de algún alto clero y la insaciable voracidad de los organismos financieros internacionales que encuentran ventaja en la concepción gubernamental de que el mundo es el BID, BM y CAF, inspirados por el FMI.
La incautación de recursos de los depositantes develó la real función de la AGD, agencia que sirve para salvar banqueros. El mismo Banco Central aparece como fue en su creación, una sociedad anónima de la banca privada. La emergencia no ha sido decretada para proteger a los depositantes, sino para virarles los bolsillos.
En los últimos 20 años, el sector especulativo ha medido el éxito por el monto de los dineros que obtiene de la sociedad, independientemente de los recursos que ésta produzca. Hadejado liquidar al sector productivo. Diariamente desaparecen o son absorbidas decenas de empresas, pero no de bancos. Ellos son la base de este poder y la lógica de sus representantes políticos.
Se intenta crear la ilusión de una cura del sistema. El mayor atentado a la producción no fue la guerra, sino esta paz. La democracia se ha reducido y con ella la potencialidad del capital. La violencia estatal ha empobrecido a la sociedad.
Jaime Nebot es un líder de un Congreso que debería resolver el cobro de los préstamos vinculados de la banca, aceptar sus quiebras por incompetencia y garantizar a los depositantes, imponer tributos a quienes durante los últimos 100 días se beneficiaron especulativamente de la adquisición de divisas, incautar papeles de la deuda de los tenedores ecuatorianos para contrarrestar en algo la renegociación de la deuda externa de sospechosa ética y técnica. Bajar impuestos para poder cobrarlos, reducir el impuesto a la renta, el Iva, eliminar el impuesto a «la circulación de capitales». Crear un crédito para los sectores productivos, pequeños y medianos industriales, transportistas, comerciantes, agricultores. Pero, el Congreso no existe. Ha sido substituido por la aplanadora.
Jamil Mahuad durará mucho tiempo con «la oposición» de Jaime Nebot. Sería imposible un juego de ping-pong en solitario, sin los dos, signos de una casta que la necesidad del desarrollo expulsa lenta y ceremonialmente.