Encrucijada de la política para Fuerzas Armadas

El tema está planteado hace muchos años. En Ecuador, también. El país debe discutir con amplitud y disposición a renovar sus concepciones.

Las fuerzas armadas cambian, no a partir de su solitario discernimiento, sino ante el manantial reformador que abre el paso humano (hoy, la formación de la economía mundial) o mantienen su inercia bajo la ascendencia del Estado nacional que irreversiblemente fenece.

La misión de las fuerzas armadas correspondiente a la época que principia no se origina en ellas mismas, sino en la trama social que protegen o en nombre de la cual se formaron.

Si el Estado y el poder que lo administra cambian, se modificarán los papeles de las armas. Si no, se repetirán los emergentes encargos policiales, aduaneros, moralizantes y más quehaceres para soldados «desocupados».

El impulso a la tecnificación y la ciencia constituye parte esencial de su actual cometido. No hay que ilusionarse con la reducción de gastos. Estos incluso podrían crecer, si sus vínculos van ajustándose al desarrollo. La magnitud del gasto militar debe transparentar prácticas tecnológicas transferibles a la producción. Aporte que requiere formación e inversión. Se ha de lograr que el soldado sea -como todo ecuatoriano aspira ser-, un individuo caro, única forma de superar el atraso. Todavía somos baratos para el capital migratorio y fáciles de amaestrar para las ideas de esa migración.

Hablar de acciones renovadas en las fuerzas armadas es dotarlas de caminos certeros en el movimiento hacia la globalización, de coherencias internas con este avance.

Bajo ideas y andamiajes derruidos nada distinto es posible. Ocupaciones diversas e innumerables son callejones sin salida que aparentan ser tareas modernizantes.

Las nociones de seguridad nacional deben dar paso a las de integración a la era que germina. Esto modifica el concepto de seguridad, el papel de las naciones, las funciones estatales y las de la fuerza.

En lo inmediato, la dirección probable para los ejércitos latinoamericanos es el sendero de la unipolaridad militar del planeta. Hasta que Estados Unidos advierta que su aporte a la globalización y los papeles que desempeña en la misma se obstruyen por esa unipolaridad, a la que tampoco podría renunciar desde su solo discernimiento, sino desde la historia que ha contribuido a gestar.

La dimensión destructiva que alcanzan las armas y las exigencias de la época cuestionan el papel y el concepto de la guerra. Y a esa polémica, también se incorporan dudas sobre la vigencia de ejércitos nacionales o multinacionales. No podría mantenerse como válida una milicia, cuando el Estado al que sirve está histórica y paulatinamente en transición.

Estados Unidos contiene cursos universales y contradictorios. Es exponente de la unipolaridad militar y, paralelamente, escenario de los actores mas trascendentes en la creación del ámbito científico-técnico y la emergencia de la economía mundial.

Esta contradictoria hegemonía se desgarra en las sucesiones que desatan sus fuerzas productivas y que inauguran el nuevo mundo con la vieja moral -es decir, sin moral-. Así, Estados Unidos transita a la globalización defendiendo a la antigua sus intereses, destrozando el cascarón en el que impera y «humanizando» la tierra con sus bombas. De esta manera, se desdibujan los perfiles de estados, derechos y naciones unidas a la vieja usanza.

La unipolaridad es el uniforme del fin de la guerra fría. La globalización es un hálito sin uniforme de la especie humana. Su pañal es desgraciadamente unipolar, lleno de desechos humanos. La crueldad de la etapa que nace se la ejerce frente a los moralmente obsoletos, inútiles o definitivamente desgastados. Es el caso de fuerzas armadas carentes de técnica y tecnología, su muerte real o su vida simulada son esencialmente lo mismo.

El rol de las fuerzas armadas está determinado por su relación con los reales cauces abiertos al porvenir, o por el peso de la red social en la que están inmersas su tradición e inercia, o por la correlación de estos dos factores.

Por supuesto, sigue vigente lo causal en la carrera de las armas, como antecedente de la representación de los ejércitos.

Más allá, el fin se resuelve en el paralelogramo internacional de potencialidades que subordina uno de los usos de la violencia, el papel de las fuerzas armadas.