El stablishment: después de mí el diluvio

Un programa de televisión que parodia la política nacional y la comunicación colectiva, Ni en vivo ni en directo, ha creado una fórmula de humor al transparentar la esencia del discurso gubernamental constituido por dos noticias, una buena y otra mala. La buena es un paso al paraíso de la iniciativa del mandatario; la mala, todo lo dicho fue mentira.

Este humor cruel, y su precisión, caracterizan el último año de gobierno del stablishment.

El 26 de septiembre, el presidente de la República pretendió dar respuesta a qué vamos hacer como país con la deuda externa.

Durante 25 años, Ecuador nunca fue informado de la complejidad del endeudamiento. El poder especulativo optó -sin reestructurar el Estado- por el financiamiento externo del presupuesto, hasta elaborar la monstruosa proforma actual, el presupuesto de los acreedores.

La política económica no fue instrumento de desarrollo ni modernización. El empresariado fue anestesiado con un cuasi proteccionismo que limitó su razonamiento político e impidió su avance tecnológico. Se inoculó a la sociedad un conjunto de ideas premeditadamente distorsionadoras que hoy entorpecen toda capacidad de visión de la realidad.

En lugar de la reflexión sobre el quehacer y naturaleza del poder, se ubicó una susceptibilidad seudo-moral que esterilizó a las fuerzas sociales, políticas y económicas.

Se endeudaron como poder. Hoy tenemos que pagar como país.

La propuesta inmediatista sobre la deuda resolvió el pago total de intereses de los bonos Brady mediante dos vías: de un lado, haciendo efectiva parte de las garantías establecidas y pagadas anticipadamente y, de otro, la cancelación directa de intereses de los bonos que carecen de esos avales.

Según el ministro de Finanzas, la solución es producto del consenso. Se supone del «consenso» entre el gobierno, los bancos y el FMI, aunque, para este se trata de un mecanismo sobre el cual no asume ninguna responsabilidad.

Coincidencialmente, Ecuador debe firmar un convenio en blanco respecto del mantenimiento de la base de Manta y el uso de las demás instalaciones aeroportuarias destinadas a la lucha contra el narcotráfico y posiblemente la «pacificación» de Colombia. El convenio está al margen de todo discernimiento y es manifestación de la peor inconciencia inmersa en las mismas sombras que condujeron el endeudamiento.

El stablishment ha llevado el país a la derrota en todos los campos.

La «propuesta» gubernamental fue preconcebida por el FMI que, a su vez, descree del Presidente ecuatoriano. No ha habido renegociación alguna. Solo se ha pospuesto, dilatado y agravado el estallido del problema. Mientras tanto, aumenta la inseguridad económica, política, jurídica y la agonía social.

Negociación, diálogos, consensos, concertación se han convertido en palabras vacías, sinónimos de chantaje.

El país ha sido convocado a ponerse de rodillas para, reclinado, alcanzar la conmiseración por su incapacidad para reestructurar el Estado y reorganizar la economía, por la ausencia de representación de los intereses nacionales, por la esterilidad intelectual y política de las élites gobernantes.

Ahora que ya vendieron el pasado, nos proponen vender el futuro.

Eso es el factoring petróleo. Sin cambiar el poder y la organización social, sería entregar el destino de generaciones futuras.

La ruleta gira en este casino. El stablishment que la auspició, contraponiéndose y uniéndose, está muriendo y urde callando: ¡después de mi el diluvio!


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