Cae la penúltima fase de la estafa y agoniza lo que no alcanzó a ser, sueño de millones de seres humanos que poblaron este espacio, la economía nacional y el Estado soberano.
La versión mahuadista de la dolarización lo confirma. Esa medida es posible porque el 70% de la banca -que expropió y exportó el ahorro nacional- está en manos del Estado cuyo carácter privado se consolida en manos de la banca.
Quedó atrás el planteamiento de la convertibilidad que protegía la soberanía monetaria y, desde esa responsabilidad nacional, imbricaba el país con el surgimiento de la economía mundial.
Para este degradado poder la solución no es trascender la crisis, sino escapar de ella sacando paulatinamente al Ecuador de la Historia.
Ahora, cuando la política monetaria es arma militar, este poder, que condenó la convertibilidad, asume la dolarización con el auspicio y la técnica de la «comunidad financiera» a la que garantiza su sacramentada sumisión. Así, sus mandatarios en funciones estatales, legislativa, ejecutiva, judicial, electoral y cualquier otra administración devota de los «criterios vinculantes» se excusan de responsabilidad ante un juicio que podría no existir jamás.
El poder de un pequeño país, que se «sacrifica» al entregar el territorio, bases militares «necesarias», la economía, la población y el Estado a la estrategia de una potencia mundial, hace méritos suficientes para no ser inculpado de ningún delito. No se trata de la historia de la gran potencia, sino de la nuestra, de la de una nación que no alcanzó a ser, de un Estado que no conoció la soberanía, de una población de pueblos diversos, empobrecidos, dominados, marcados por las huellas terribles del colonialismo, condenados a no articular las alianzas que la libertad y el desarrollo exigen.
En cualquier caso, aunque este aparato especulativo no se perpetúa transita el sendero de un festivo funeral del país. Sin ideas, fue capaz de extraer la ética de la historia y convertirla en ideología que ha copado los últimos intersticios de la sociedad, anestesiado el entendimiento y dividido a los unos de los otros para cohesionarlos exclusivamente en la moral del amo. Sin otro referente que esa moral, las masas y sus exponentes marchan por el sendero de la anticorrupción junto al poder, sus instituciones, su propaganda y su verdad.
Estas fuerzas extrajeron también la estética de la historia y la ubicaron en el mercado, los estados de ánimo y la vulgaridad intelectual lograron obcecar y enloquecer a la población. La economía se esfumó en la lógica de los acreedores y la Historia se redujo a los instrumentos que conservan, destacan, minimizan o borran la memoria.
Cuando el curso mundial debilita Estados y economías nacionales, nuestro (?) país ingresa a ese proceso desde su transitoria conversión en protectorado sin conciencia ni pretensión histórica. Un núcleo del poder no pudo ser derrotado y su presencia significa la derrota nacional.
Ecuador muere democráticamente bajo el mando del sector especulativo de la banca, única forma de democracia posible; fenece constitucionalmente determinado por el arbitrio de ese poder. Para millones de hombres la democracia no llegó a ser, y el Derecho permaneció como simulacro de la voluntad de ese círculo vicioso.
La moral que intentó construir la nación se consumió con Alfaro, apenas quedaron migajas para algunos momentos que le sucedieron.
El derrotado hombre de abajo, al ver la fiesta del de arriba opta por otra forma de éxodo. Piensa que al fin, lo único que importa y trasciende es el individuo; los colectivos organizados cambian de nombre y mueren. Aquí solo queda esta inevitable metamorfosis de la patria hacia la nada.
No obstante, todavía hoy, persiste entre todas las generaciones la pretensión de transformar este Estado, la organización social y no desaparecer.