Plan Colombia: narcotráfico y tráfico de soberanía

El Plan Colombia fue concebido ante el choque de antagonismos reales por la conducción del Estado de la hermana república.

Desde siempre, más que en cualquier otro país latinoamericano y desde hace 50 años, la política en Colombia se hizo con las armas; las guerrillas integran una de las partes en conflicto. Se han ido mezclando otros problemas, la producción de drogas para el inmenso e indefenso mercado norteamericano -pese a que su Estado es la única y solitaria superpotencia mundial-, el tráfico de las mismas, el lavado de dineros que generalmente se realiza en Latinoamérica, porque en los países desarrollados no se conoce de semejantes casos. Todo esto, cuando el Estado colombiano y su estructura de poder traslucen decadencia.

La administración norteamericana trata el problema con premeditada estrechez. Podría ser solo una apariencia. Mientras tanto, los maltrechos Estados y naciones de esta región presienten que el Plan Colombia encubre una tragedia histórica.

Ecuador es el único país de Sudamérica que ha prestado su territorio para una base militar destinada a ese sombrío propósito. El gobierno ecuatoriano, inscrito dentro del proceso bélico, solo sabe lo que debe saber: aquí no pasa nada. Y por si algo pasara, debe mendigar, limosnear y pordiosear.

La política antinarcótica se ha convertido en la «nueva pasión» de los traficantes criollos de soberanía. Estos representantes estatales de la banca y sus medios de comunicación buscan convertir a las Fuerzas Armadas en la tropa de la política antinarcótica.

A la Primera Guerra Mundial se acudía entre tambores festivos y música marcial, era una celebración. Algo de eso sienten los señores y señoritos del poder. Su inconsciencia es tan desmedida como su voracidad por dineros fáciles, aunque no sean del narcotráfico.

Una extraña disposición de un sector de la prensa celebra la participación de Ecuador en ese Plan y cree orientar a la población señalando dónde está el bien y dónde, el mal.

A pesar de todas las simulaciones, es imposible no advertir que Ecuador ha sido arrastrado a una trinchera que amenaza al medio ambiente, los sistemas ecológicos, la defensa del ser humano, al tiempo que se transparenta la agonía de la nación.

La paz se desmorona.

Los combatientes latinoamericanos están llamados a formar filas, unos frente a otros. No lo desean nuestras Fuerzas Armadas, pero los dirigentes del Estado ya se han rendido. El poder descompuesto no puede mantenerse sino con apoyo externo, por esto, los «criterios vinculantes», la base de Manta, la renuncia a la soberanía monetaria, el sometimiento al FMI, el debilitamiento de las Fuerzas Armadas ecuatorianas.

A tanta capitulación contribuye la tendenciosa información que produce un bombardeo virtual para voltear la disposición anímica de la población, tal como sucedió en Pearl Harbor, en la Segunda Guerra Mundial.

La lucha antinarcótica posiblemente tomará otro rumbo en la próxima década. Entonces, nos encontraremos en un camino sin regreso con «nuestras posiciones autónomas».

El conflicto con la guerrilla o con el ejército y paramilitares es conflicto con Colombia, cuya sólida disposición a conservar su nación no puede ser contrarrestada con una guerra externa que, por el contrario, recuperaría sentimientos de orgullo nacional y explosivas demandas de no intervención en las fuerzas contendientes.

El principio de No Intervención guarda mucha sabiduría. Lo engendró la historia y lo legislaron las Naciones Unidas para que los pueblos puedan resolver sus problemas.