El país perdió capacidad para regirse por sí mismo. El que pierde su moneda, pierde su política. Después de esto, lo mas grave fue haber entregado la base de Manta. Se perdió la política militar. A las Fuerzas Armadas, debilitadas por un poder degradado, se les impuso la obediencia, sin objeción alguna, ante la unipolaridad militar del mundo.
El descerebramiento que sufre el poder en Ecuador multiplica los peligros. La servil casta política actúa desde el temor, incluso, a su propia fragilidad. No conoce la fortaleza de las masas ni sus instintos, a los que también teme.
Las últimas “hazañas” estatales nacen de la debilidad del poder: Manta, la dolarización, una política militar ajena, la contemplación “idiota” del Plan Colombia, la desinformación y el silencio informativo.
Ante esto, el Estado ecuatoriano debería proteger a su población y la sobrevivencia de la nación. Se trata de crear una alternativa al involucramiento en esa guerra regional que a Ecuador podría costarle su existencia.
Colombia embargada por las circunstancias de su guerra civil (lo cual afecta también a la OEA) no tiene iniciativas. Sus actividades estatales nacen de la ficción y se circunscriben a la inercia del arbitrio norteamericano en la región.
Una guerra civil donde no están “únicamente” los buenos y los malos, sino una diversidad de fuerzas imbricadas en antagonismos violentos, difícilmente se puede comprender mirando, anclados, un solo aspecto. No bastan frases acuñadas como verdades -narcoguerrilla, narcodictadura, narcoejército- o confrontaciones desde prejuicios que proponen un blanco y negro generador de entendimientos maniqueos y dogmáticos. A partir de una intervención militar esa guerra se expandiría. Estados Unidos aportaría las armas; América Latina, los hombres y mujeres.
La administración norteamericana desearía no convertir a la región en escenario de conflagración bélica. Entiende los peligros. Está advertida por su experiencia en el mundo. La UE declara no participar del Plan Colombia (“camuflaje de intervención militar”).
Estados Unidos tendría fuerza para poner una base militar en Colombia. Pero no lo hace, porque un sentimiento nacional colombiano se lo impide.
En Ecuador nada se lo impidió. Este país tiene que modificar su política internacional y recuperar la defensa de la soberanía. Además, está amenazado por un colapso fiscal, por otra corrida de bancos a falta de inversiones y producción, la vergüenza de los “vladivideos” que involucran a un sector de la casta política y deja crecer la sombra de la traición.
Existe el riesgo de una aparatosa derrota militar en la frontera norte de impredecibles consecuencias. Otro fenómeno de El Niño desnudaría las constructoras presunciones de la administración gubernamental. El potencial colapso del oleoducto de crudos pesados (por acciones de sabotaje) debilitaría en extremo al país. Se añaden, la putrefacción del sistema político-administrativo y del andamiaje estatal.
Una política inmersa en la ética, el derecho internacional y las demandas de los intereses de Ecuador, América Latina y el continente debe orientar el tratamiento del conflicto. Los principios internacionales aún tienen vigencia resolutoria, son una condición positiva para resolver conflictos fundamentales.
Es necesario que se explicite de manera concreta, con sentido práctico, la no intervención militar que tanto se proclama.
Ecuador no requiere de dinero para “salvarse” de las consecuencias del Plan Colombia ni de un “mini Plan”. Requiere de una política distinta. No “más dinero” por cada desastre en el que nos involucran: tres mil millones para entregarnos a los criterios vinculantes que decidieron la demarcación territorial con Perú, millones y millones con la dolarización, lo mismo por la renegociación de la deuda externa, millones “gratis” desde la OCP, Ltda. El poder vende a Ecuador como si fuese un prostíbulo, enajena su recurso jurisdiccional, su voluntad, su voto a cambio de millones virtuales, acogería cualquier política por algún precio.
No necesitamos ese dinero. Necesitamos otra política.
Ecuador solo tiene una posibilidad, favorecer la solución pacífica del conflicto. Convocar a Panamá, Venezuela, Brasil, Perú, Estados Unidos, Colombia y las fuerzas contendientes de Colombia a una reunión en Quito para ratificar el principio de No Intervención militar; reconstituirse junto a América Latina en proponente de una solución respecto de la producción y consumo de drogas, elaborar un proyecto de congelamiento de la carrera armamentista y anticipar el libre comercio continental.
Las causas que engendran la violencia y la guerra civil en Colombia están presentes en los países con los que se pretendería constituir la fuerza multinacional de intervención. Pero, entonces, esa Colombia intervenida podría toda desparramarse ahogando a esa “fuerza”.