Analistas de Wall Street ofrecen al mundo algunos vaticinios circunscritos a la coyuntura.
Dos índices explican la propensión a la tragedia, el Dow Jones y el de la bolsa electrónica Nasdaq, cuyas influencias son notables en los mercados accionarios de Europa (Londres, París, Francfort) y Asia (Tokio, Hong Kong y Singapur). A América Latina se la nombra como un todo, y se destaca a Argentina como campo del shock posible.
La economía norteamericana arroja el espectáculo de la saturación de un círculo ensimismado del desarrollo de la técnica, incapaz de desbordarse tecnológicamente hacia el mundo. Sus productos son los que nos invaden como mercancías, no sus know how. Las restricciones de patentes, licencias, títulos y demás requerimientos de la propiedad intelectual estimulan la inventiva y, a la par, saturan espacios internos de esa economía. Esa introversión ha significado crecimiento de la ocupación, del producto nacional, del ingreso y del saber científico y tecnológico.
No obstante, la imposibilidad de tratar el sentido de su técnica enclaustrada y manipulada por su preeminencia militar, mas que por su economía, constituye la mayor tragedia.
El peligro de que la política militar norteamericana pueda llegar a destruir su economía no es una ficción. Esa política militar está más sujeta a la arbitrariedad que a la espontaneidad y el instinto de la especie.
El Estado norteamericano se desborda fondomonetaria y militarmente. Se “globaliza” de la única manera que la humanidad no lo quisiera.
Las regiones subdesarrolladas del mundo advierten en las manifestaciones mas dramáticas del desbordamiento norteamericano (que se confunde con la globalización) cierta caducidad de los vínculos y estructuras de su Estado.
Demasiadas armas para tan poca humanidad.
No solo se trata de buscar ideas que abran vías distintas, sino de observar la oculta determinación manifiesta en esta circunstancia.
El escenario internacional se crispa ante el callejón sin salida de esa economía “nacional”, la mas universal de cuantas nacionales existen en el planeta.
Es posible que la humanidad haya comenzado a observar el fin de esa economía “nacional” e “internacional”, cascarón de otra economía emergente, la mundial, que apenas brota y ya hace de las suyas: maravilla y espanta.
La única previsión que el Estado norteamericano arbitra es su superioridad militar, a costa de mantener en cero la disposición a que su tecnología abra otras sendas.
Las armas norteamericanas no hacen camino, lo cierran.
La razón de las armas supera a la razón de otras concreciones materiales.
El racionalismo se acaba y la humanidad marcha hacia una reflexión sin razón y sin absurdo. Hacia la reflexión del sentido de lo que simplemente es, cuya condición moral podría constituir el sueño mas viable de la especie.