¿Qué crisis invade a Ecuador?

Una crisis histórica que no se reduce a la economía, la política, la moral o la ideología aisladas.

Comprende esas crisis parciales, cuestiona la totalidad, la forma de existencia del Estado y de la nación misma, objeta los intereses que utiliza el Estado, replantea el problema de la potencialidad de transformación de la sociedad, aboca al país a enfrentar la disyuntiva entre el ser-acorralado o la nada.

Las crisis históricas contrarían o niegan a la organización social en diversos lugares y tiempos. Y si ésta cuenta con la insurgencia de sujetos capaces de reordenar su historia y sustituir a los círculos dominantes, inauguran nuevas eras sociales.

En cambio, si una crisis histórica no exhibe alternativa para el cambio del poder, la sociedad se subsume en otra naturaleza, generalmente en alguna potencia económica y militar donde se disuelve y abandona su circunstancia hasta convertirse en solo memoria.

Estas crisis han periodizado la historia.

Así, se han extinguido etnias, pueblos, naciones. Y, por ese andar, van muchas de nuestras raíces. Hoy, al parecer, Ecuador entero va lentamente hacia ese ocaso.

La actual crisis histórica no solo ofrece la fatalidad de nuestra disolución en una gran potencia, sino también la posible incorporación al reciente momento universal. Crea la necesidad y posibilidad de otro sujeto en la conducción de la nación (más allá de la simplona invocación a jóvenes generaciones) que represente los intereses del nuevo curso de la especie desde el terruño donde se ejercería su influencia.

Para ello habrá de recuperar el Estado y su imaginación soberana.

Los programas sin un nuevo sujeto histórico son programas sin mañana. Es el caso de los programas moralistas, financieros, los relativos al combate a la pobreza, a la crisis económica o los cambios cuantitativos en la política. Ninguno abarca la dimensión de la crisis que atraviesa el país ni contribuye a formar ese sujeto que la evolución social y la crítica al poder engendran.

Las tareas que pueden recuperar a Ecuador tienen la grandeza con que la Revolución Liberal enfrentó otra crisis, hace un siglo, cuando separó al Estado de la Iglesia. Esta vez, se ha de liberar al Estado de la banca.

Por supuesto, recuperar la moneda nacional para que haya política monetaria, reforma financiera (no dolarización como política militar), convertir la deuda -que esfuma al país- en pagable para que no sea usada políticamente. Descartar históricamente a un círculo dominante que se pudre en el atraso de su condición de élite-de-Estado, en su tardía e inútil acumulación y en la miseria y éxodo de las masas.

En esta crisis histórica está sumergida la sociedad y el Estado ecuatorianos.


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