Misteriosa trilogía del poder

La liquidación de Filanbanco es otra victoria del único poder verdadero, acunado en el misterio de la trinidad: banca, Estado y grandes medios de comunicación colectiva.

Filanbanco fue una de las criaturas de esa trinidad, encargado incluso de calculadas previsiones electorales. Ahora, despostado, empaquetado y entregado a la sacrificada colaboración de la banca abierta, se recicla en ventajas, desventajas, recursos fiduciarios, monetarios, clientes y otros bienes.

De Filanbanco quedan las interminables e hipnotizadoras causas penales, ocupación ofrecida por la morbosa e inútil ética de la trinidad.

El Estado en su conjunto permanece inmovilizado. En estos casos, el Congreso no existe, opta por el silencio; sus funciones su reducen a no ver, no oír, no decir. Lo mismo sucede con la función Judicial y el Ejecutivo.

El Presidente declara que ni él ni su Ministro sabían, que no habían sido informados. Y los ecuatorianos tememos que tampoco esté informado de otros casos, la dolarización y su previsible destino, la contracción de las redes de pago en el sistema bancario en general, el manejo estratégico de la base de Manta, el Plan Colombia y su afectación al país, la ausencia de política social, el desmoronamiento de fundamentales instituciones del Estado, el manejo ideológico con el cual se entrampa a la colectividad, la ausencia de política internacional soberana. En verdad, tememos que el Presidente esté muy mal informado.

El régimen político, amparado por el trío de la banca-mediática,* el estado-banca y los medios de comunicación incorporados o subordinados al poder, no tiene otra opción que reubicar las oposiciones y alianzas de sus exponentes.

También se reordenan las relaciones interbancarias y sus controles sobre la economía ecuatoriana. Revitalizan a sus tradicionales y maltrechos representantes políticos -eso que llaman derecha, centro e izquierda- y remozan estados de ánimo. En síntesis, el mismo juego de disputas y reconciliaciones entre conocidos líderes dispuestos y predispuestos a aparecer renovados en la premeditada polaridad de partidos y celebridades con los que se despierta cotidianamente a la población desde el programa–tv que se estrena y reestrena.

No tienen ideas distintas. Sus intereses y reglas del juego son los de ayer. Cambian los jugadores, más por las leyes de la biología que por modificaciones en la correlación de fuerzas políticas.

Es tal la oquedad de la tragedia que los desgastados exponentes de la política estatal solo tienen palabras vacías. Están dispuestos a volverse atrás para repintar sus rencillas y oposiciones, sobre todo para evitar el fortalecimiento de fuerzas y conciencias contemporáneas y distintas, capaces de negarlos.

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* Adj. Relativo a los medios de comunicación