En la confusión del 21 y 22 de enero del 2000 se mezclan utopías, ingenuidades, estratagemas, traiciones y la sucesión en la representación política. Un relámpago partió las certezas.
La mención de la dolarización, no premeditada decisión económica sino argucia política, generó distensión. El gobierno ganó tiempo y sentó otras bases para sus alianzas destinadas al mismo esquema de poder, aunque posiblemente con representantes frescos.
Cae la penúltima fase de la estafa y agoniza lo que no alcanzó a ser, sueño de millones de seres humanos que poblaron este espacio, la economía nacional y el Estado soberano.
La mayoría de jefes de Estado han personificado inevitablemente fuerzas económicas, terratenientes, exportadores y, en momentos, el equilibrio entre estas potencias sociales y otros grupos económicos que se articularon circunstancialmente en la historia del país. Pocos presidentes pueden ser definidos como representantes de los ecuatorianos.
La crisis involucra la totalidad social. Ya no basta la voluntad de los dirigentes para el porvenir. Emergen fuerzas superiores, el caos y la naturaleza de las cosas. Cuando una crisis no tiene salida, el caos resuelve, Ecuador transita esa circunstancia.
El contradictorio proceso de globalización genera el debilitamiento de los Estados nacionales. No obstante, el conjunto denominado G-7 aparece consolidado, y en particular, Estados Unidos.
Un día se censurará a la AGD, antifaz nuevo del anciano régimen, creada para impedir la debacle del poder especulativo.
La denuncia de Fernando Aspiazu sobre el rompecabezas del «simbólico aporte» de campaña a Jamil Mahuad no tiene, bajo las actuales circunstancias, mayor significación judicial. Moralmente condena a la DP por ocultar a los financistas, por el laberinto del uso de esos recursos y por la opacidad de sus consumos. Todo legitimado a tiempo por…
En los comienzos de la República, la administración del territorio fue centralizada para que exista la Patria. Esta palabra se habría pronunciado por primera vez durante la Revolución de las Alcabalas (1592-1593).
La usura moderna cuenta con sus -también modernos- financistas, corredores de préstamos, intrigantes, jueces, escribanos, sirvientes, cocineros y cocheros de la banca.