Para el golpe de febrero de 1997, un sector mediático vinculado al poder alcanzó el cenit de eficacia y protección. Era líder exclusivo de la comunicación colectiva.
En estos días, un programa telefónico de encuestas se aplicó en algunas ciudades del país. Un temor reflejaba la extrema susceptibilidad a la que se abisma la banca.
La razón multilateral, bancaria y mediática ha sufrido una degeneración. Ahora consume los restos de su depreciada representación política, ideológica y simbólica.
La aprobación de la consulta popular para el 15 de abril en el Congreso constituye una victoria del gobierno y también de la oposición. El triunfo del pueblo hubiese supuesto una ruptura. La aceptación de la convocatoria ha protegido transitoriamente al Congreso del juicio social.
Que la razón del destino del país sea la de un partido político, medio para contribuir a alcanzarla, es loable. Pero, a la inversa, imponer al país la fatalidad de un partido no solo es absurdo, sino repudiable y peligroso para la paz interior de la república.