El proceso electoral del 21 de mayo deja lecciones.
Las elecciones en Perú descubren la fortaleza de esa nación latinoamericana capaz de asimilar «chinos» y reconocer profundamente a sus «cholos».
En este año 99, el 6 de febrero es el segundo aniversario del último golpe de Estado, drama real del quebrantamiento y la simulación del Derecho. El poder había sentido la amenaza de una política que tendía a reestructurarlo.
La moral evoluciona con las necesidades y el fortalecimiento de la condición del desarrollo; sus preceptos, axiomas y significados cambian. Los valores se relativizan. Para el individuo, las sociedades y el poder, esos mandatos, sirven y se usan de distinta manera.
El 25 de mayo se realizaron dos elecciones. Una, la de Francia, convocada por Chirac, para resolver conflictos tácticos y estratégicos que competen a la integración europea y a la contradictoria administración de su progreso. Y otra, la consulta que se realizó en Ecuador, destinada a soldar la ruptura constitucional del 6 de febrero.
La Ley Helms Burton, fanática y repleta de prohibiciones a la naturaleza de las cosas, se da en el escenario de las elecciones norteamericanas. Promulgada por Clinton, se convierte en arma de sus adversarios. La ultraderecha tendió esta trampa a su candidatura. La arrasadora presencia de Robert Dole -ahora un moderado- tiene como premisa inmediata…
Las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos, elecciones intermedias destinadas a asumir el zigzagueo de la política, reflejaron síntomas de transición en un sistema que ha organizado pronunciamientos electorales-guías en la conducción del Estado.
El gobierno ha tomado la iniciativa. Se persigue con la consulta elevar la fuerza del derruido sistema político que ayer hizo del sector económico del Estado un elefante blanco y que hoy -con razones y sinrazones- lo pone en venta.
“Hemos cumplido”, afirmó uno de los mandatarios. Y es así. El gobierno no ha cometido errores, se ha presentado consecuente -o inconsecuente- sólo consigo mismo. Ha sido, el suyo, un curioso proceso que podría llamarse ‘una cosa en sí’. No existe para los otros. Existe para sí mismo y este ‘sí’ se contiene en una…
Fue Maquiavelo quien aconsejó reconciliar la moral y la política para estar bien con Dios. Antes, un pope, de nombre olvidado, había aconsejado separar la moral de la política para andar bien con los hombres, advirtiendo que los milagros no existen.