El Fondo ha modernizado sus funciones.
A las condiciones en las que se inicia el proceso electoral 2002, se añade el pasado reciente. Momento en el cual el poder se resquebrajó y restableció para controlar la reacción social frente a la pérdida de soberanía del Estado y la estafa bancaria a la que fue sometida la nación.
El petróleo es aún recurso fundamental. Las potencias y su instancia dirigente, Estados Unidos, emplean redes financieras, políticas y militares para su control. Se añade la institucionalidad internacional, al parecer andamiaje administrativo del G-7.
El título es paráfrasis de la afirmación de Alain Touraine: La Argentina es un país que no existe. Afirmación que bien podría hacerse de la mayoría de Estados de América Latina, exceptuados Brasil, México, Cuba, Chile y los esfuerzos de Venezuela.
Comienzos del siglo XXI, caracteres nuevos del fenómeno de la globalización. La premonitoria guerra del Golfo (1991) coronó de laureles a Bush-padre que no advirtió la instauración de una cabeza militar a la globalización como lo haría Bush-hijo.
La presencia del Presidente Bush en Lima consolidó la política norteamericana en esta región.
La cohesión social siempre fue tarea de los pueblos. Y, a su manera, también de jefes que intermitentemente consolidan su jefatura subordinando a la colectividad mediante la puesta en escena de aterradoras fuerzas exhibidas en la ejecución de alguno de sus inculpados.
El golpe nació de la viciosa alianza de la comunidad financiera internacional con la banca especulativa, poder que se encarga de nombrar o echar, premiar o sancionar mandatarios y funcionarios.
Los atentados de terror en Nueva York aceleraron la militarización de la globalización comandada por la OTAN y el G-8 bajo la brújula de Estados Unidos. La hipotética aproximación entre Estados desarrollados y subdesarrollados se evidenció como un mito.