Conocernos requiere medirnos a nosotros mismos. El Censo era imprescindible, pero esta medición se mezcló desgraciadamente con objetivos pequeños y equívocos profundos.
La transición económica que organiza la Unión Europea carece de representación política propia. A partir de 1991, ese espacio ha sido ocupado por la irrupción de la unipolaridad militar.
Ha desaparecido -¿momentáneamente?- la política internacional. Su lugar lo ocupa el antiterrorismo. Esto conduce al colapso del sistema de relaciones internacionales, a la momificación de la ONU, la substitución del Consejo de Seguridad por la súbdita OTAN y, de alguna manera, a la muerte del derecho internacional.
La guerra del Golfo se inició con George Bush-padre y continúa con los movimientos militares ordenados por Bush-hijo. El espíritu de esta guerra es terminar con el mal, el terrorismo, rostro de tantas maldades. También gas y petróleo se transforman en terror.
Cuando los ánimos se apacigüen y la solidaridad humana incorpore la experiencia inmediata y sus consecuencias a la reflexión, se midan y transparenten las circunstancias arribaremos al significado de los hechos presentes.
El mundo está espectando una transición grave. La economía avanzó mucho y su representación política quedó atrás. Los nuevos procesos no tienen encarnación política. Son clasificados desde una visión anterior y no desde una comprensión que se reconozca en la evolución que nos envuelve.
Los administradores del Estado ecuatoriano resolvieron inconscientemente incorporar el país a la guerra civil de Colombia.
Un ataque al cerebro de la superpotencia produjo horas de pánico: Wall Street y el Pentágono fueron objeto de atentados.
La red bancaria y su poder económico opera sobre la propiedad de los medios y determina su orientación garantizando la continuidad de su poder político.
La liquidación de Filanbanco es otra victoria del único poder verdadero, acunado en el misterio de la trinidad: banca, Estado y grandes medios de comunicación colectiva.