Hace tres décadas se impuso paulatinamente la noción de que los problemas del país se tejen de corrupción, conflictos judiciales, criminalidad de la política. No del poder. Creencias cultivadas para proteger intereses reales.
El paro en Orellana y Sucumbíos constituye uno de los momentos cruciales y sintomático de la necesidad de transformación política.
El bicentenario del nacimiento de Hans Christian Andersen (1805-1875) fue conmemorado honda y comparativamente con el mundo de hoy.
La salida de Rafael Correa del Ministerio de Economía es exclusión inconciente o no de una política en el seno del gobierno.
Ha devenido lugar común otorgar a cada principiante gobierno cien días acríticos antes de calificarlo.
En los años 20, el imperativo empresarial exigía al Estado asumir los riesgos del trabajo, crear fondos de corresponsabilidad, garantizar que las pérdidas no afectasen las ganancias, indemnizar por mutilaciones. La falange de un asalariado, 50 centavos; un dedo, un sucre; la mano, dos sucres; un brazo, tres; las piernas, cuatro; la vida, cinco sucres.…
En el pasado, la mayor parte de ellas fueron camuflajes o lo que podía admitir la circunstancia. En pocas ocasiones, las Constituyentes representaron lo necesario y viable.
Se ha iniciado el fin de lo que se creara en el período 1976-1979, cuando se instituyó el poder financiero en la conducción del Estado y se formaran la ID, la DP y el PSC reorganizado, bajo los servicios del Triunvirato Militar.
Paulatinamente, el país va dejando atrás tensiones del derrocamiento del régimen de Lucio Gutiérrez. A la par, rememora obsesivas consignas movilizadoras y se sumerge en mutaciones paralizantes.
Durante los últimos cuatro meses, en Guayaquil, Quito y Cuenca, con objetivos y liderazgos distintos, se advertía ansiedad por la pérdida de la Corte 1997-2004. En sendas asambleas definieron ultimátums de jure a las “funciones de facto”, por la Constitución y el regreso al “estado de derecho”.