En la confusión del 21 y 22 de enero del 2000 se mezclan utopías, ingenuidades, estratagemas, traiciones y la sucesión en la representación política. Un relámpago partió las certezas.
Quedaron atrás reclamos reivindicativos y propuestas de un sector de las cámaras que se reconoce ligado a la producción. Este no ha formulado una política que pueda dirigir su disputa contra el aparato financiero-especulativo del Estado.
En este año 99, el 6 de febrero es el segundo aniversario del último golpe de Estado, drama real del quebrantamiento y la simulación del Derecho. El poder había sentido la amenaza de una política que tendía a reestructurarlo.
Un procedimiento habitual ha triunfado. Los intereses que vienen gobernando Ecuador reeditan la crónica de los ajustes y sus justificaciones. Ahora, esta hazaña corresponde al heredero y continuador de esa política, quien cuenta con el entusiasmo de la mayoría de las élites.
Fecha del golpe de Estado. Puso en evidencia el significado determinante de la «gesta de febrero», ocasión de urdida victoria del viejo poder bajo la piel del 5 de febrero.
En un momento agotado de la sociedad, las ideas se destinan a creer antes que a conocer. El colectivo supone estar acosado por la maldad y no por su decadencia.
Los líderes anticorruptos del golpe de Estado del 6 de febrero no han podido fulminar ninguno de los males que imputaron al presidente derrocado («cesado», según el decir del velo constitucional en uso). Ellos han adquirido ropajes insuficientes para cubrir su desnudez y el salto hacia atrás, visibles en la impotencia social ante el terrible…