En el respaldar del asiento de enfrente encontré un texto que lleva el título de esta columna, escrito por Luis Alberto Luna Tobar. Alguien lo había extraído del diario Hoy. Su lectura me embargó durante todo el vuelo de Guayaquil a Quito, y pude reconocer otros tiempos en sus palabras. Lo leí como sigue:
Más allá de la apariencia ética, de las imputaciones mutuas entre Alberto Dahik y LFC, está presente una disputa, la controversia entre el presente y el pasado en el seno del poder.
El Grupo de Río y su manifiesto está cuestionando sigilosamente al sistema interamericano. La mayoría -la de los integrantes del Grupo de Río- no se atreve a tomar una decisión obligatoria para todos los miembros de la OEA, sino que opta por la simple proclama moral que precisa trasformar el sistema Interamericano.
Condición para los cambios es saltar hacia una cultura de la transformación en la que se involucren todos los sectores sociales, sus intereses y los hacedores de la opinión pública.
La moral en la historia no puede ser juzgada por el pacato moralismo individual.
La idea de reconciliar la moral con la política es un anhelo antiguo. Si la política expresa siempre algún interés, su reconocimiento fluye de la condición moral que lo realiza.
El secretario general de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Monseñor Antonio Arregui, ha puesto a consideración del Congreso el Proyecto de Ley educativa de las familias del Ecuador, proyecto que significa una reducida comprensión sobre las causas de la conducta, individual y colectiva.
La cohesión social se mantiene también con prejuicios. Y en el subdesarrollo, con cierta inquisición que sacrifica al ciudadano común en las brasas de las discusiones inútiles.
Igual que el mar purifica todo lo que en él se sumerge, la naturaleza recicla de manera invisible. La política, de manera ostensible. Así es el Presidente, un mar político. Su gobierno inmerso en la transparente corrupción del siglo se depura con solo pronunciar su nombre. Más aún si el súbdito recurre a que “esta…
El Poder ha sido pródigo en vituperios, maledicencias, denuncias, delaciones. Ninguna imputación suya es más monstruosa que la de ladrón. La pérdida de los bienes lesiona profundamente la relación de propiedad y los estados de ánimo. En ellos echa raíces la riqueza social independientemente de su tamaño, desde el papel periódico que cubre en la…