Es la afirmación de pueblos que así decantan su experiencia, al margen de la voluntad, la conciencia y el arbitrio.
Las crónicas policiales destacan -en asaltos a bancos, financieras, grandes empresas- exitosos resultados: murieron dos, cuatro, ocho, once delincuentes. Nadie quedó vivo, si alguno fugó, por excepción, mas tarde fue encontrado y «cayó en otra balacera».
La construcción del oleoducto de crudos pesados involucra todos los aspectos de la vida social. La participación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (CIE) ha puesto en discusión el nuevo papel de las Fuerzas Armadas.
La fatal descomposición del aparato administrativo, la degradación del sistema político, económico, ideológico, esa estrategia tan vecina del Plan Colombia, la base de Manta engendran dudas sobre el destino de la nación y el Estado ecuatorianos.
El éxodo de un pueblo condena siempre las causas que lo provocan y maldice a los culpables.
Se abisma más allá de la crisis económica. La pendiente cuestiona su existencia. Es inconmensurable la pérdida de recursos y condiciones de reproducción de su riqueza social. La pretendida soberanía agoniza anestesiada y premeditadamente.
El proceso electoral del 21 de mayo deja lecciones.
El 2 de mayo, diario El Universo publicó un despacho internacional, «EEUU advierte deterioro institucional en America Latina por desigualdad social». Informa que «según voceros del gobierno de los EE.UU., el peligro lo generan la creciente pobreza, la desigualdad, la ineficiencia de los regímenes y la corrupción».
Ecuador ingresó hace dos décadas en el reino de la especulación. «Estrechar los cinturones» fue fórmula del monetarismo; la «flotación» o las «bandas cambiarias», su técnica; los ajustes, la virtud. Todo, de espaldas a la producción y la política social, pero «dentro de la ley».
La historia universal dejó una certeza, los ejércitos cuyas armas las producen otros dependen (en algún grado) de esos otros, aunque siempre tienen presencia en relación con los intereses del poder inmediato.