A comienzos de este siglo XXI, una fuerza del bien ha asumido la atribución de actuar contra el mal. Nada contrarresta su incontenible sed de justicia ni tan poderosa voluntad de acabar con los no competitivos, abundantes poblacionalmente. Estos excedentes se manifiestan como pueblos, culturas, economías, políticas, gobiernos, regiones, organizaciones, individuos.
La invención técnica y las armas siempre fueron referentes en el destino de naciones. Gestaron estadios en el desarrollo humano, reorganizaron pueblos, pensamientos y multitudes.
El Fondo ha modernizado sus funciones.
El golpe nació de la viciosa alianza de la comunidad financiera internacional con la banca especulativa, poder que se encarga de nombrar o echar, premiar o sancionar mandatarios y funcionarios.
Conocernos requiere medirnos a nosotros mismos. El Censo era imprescindible, pero esta medición se mezcló desgraciadamente con objetivos pequeños y equívocos profundos.
La transición económica que organiza la Unión Europea carece de representación política propia. A partir de 1991, ese espacio ha sido ocupado por la irrupción de la unipolaridad militar.
La red bancaria y su poder económico opera sobre la propiedad de los medios y determina su orientación garantizando la continuidad de su poder político.
El fracaso del sistema bancario especulativo se proyecta en el (su) sistema político, mas devaluado que el sucre y sin otro nexo que con la lógica del poder. De ésta extrae todo su entendimiento que semejante a “(…) la hoja de un cuchillo sin mango, hiere la mano de su dueño”. Por eso, teme exhibir…
La liquidación de Filanbanco es otra victoria del único poder verdadero, acunado en el misterio de la trinidad: banca, Estado y grandes medios de comunicación colectiva.
El crac de Argentina es síntoma de una tragedia continental. Hace visibles las recetas del FMI, el dogal de la deuda externa, las cómplices élites usufructuarias y depredadoras de estos aparatos estatales.